La Unión Europea era plenamente consciente de que al incorporar a Chipre en la UE en el 2004 heredaba también el contencioso de la partición de la isla, ocupada en su mitad norte desde 1974 por el Ejército turco. Ankara no tiene, por tanto, ningún argumento para intentar desvincular su negociación de adhesión a la UE de la resolución del problema chipriota. Y mucho menos para presentar como una «concesión» la apertura de un solo puerto a los barcos chipriotas, cuando está obligada a abrirlos todos por el acuerdo aduanero firmado en su día con la Unión.

 

Para admirarse del surrealismo de la postura turca basta considerar que el presidente Erdogan, copatrocinador de la Alianza de las Civilizaciones con Rodríguez Zapatero, no ha rectificado la vieja política otomana de destrucción y expolio del patrimonio religioso en el territorio chipriota que ocupan sus tropas. Nicosia acaba de denunciar en la ONU la intención de Ankara de convertir en hotel parte del monasterio del Apóstol San Andrés. Según cálculos contrastados, los turcos han convertido 77 iglesias en mezquitas y 18 en barracones militares; un total de 133 recintos sagrados ortodoxos han sido profanados, e innumerables iconos, mosaicos y piezas de arte han sido robados y vendidos en el extranjero. No estamos hablando de la época de las cruzadas sino de hechos registrados en los últimos treinta años. ¿Se atreverá Rodríguez Zapatero a incluir este dossier de fervor turco por la multiculturalidad en su próxima visita a Ankara?