Opinión: El duque de Lerma conduciendo un Ferrari
Economía

El duque de Lerma conduciendo un Ferrari
Alberto Grasa

Se ha visto a Don Francisco Gómez de Sandoval, duque de Lerma, conduciendo un ferrari por las calles de Marbella. También en Barcelona. Y Madrid. Y saliendo del hotel Alfonso XIII de Sevilla. Incluso hablando con concejales de urbanismo de la Comunidad Valenciana.


Curioso y actual personaje el duque de Lerma. Nacido en el seno de la pequeña nobleza del siglo XVI se encontró con una herencia monetaria exigua y decidió, como tantos otros, remozar su blasón trepando cual Edmund Hillary en el Himalaya.
 
En primer lugar se buscó hueco en la Corte entrando por la puerta más débil, la del hijo tonto de Felipe II, futuro Felipe III. Una vez conseguido y muerto el padre, quien recelaba, convenció al flamante monarca de que su regia cabeza no debía dolerle por asuntos de Estado. Se erigió en su ministro y sustituto a pesar de las sospechas de la reina, más joven y lista que su marido, el cual prefería la caza y el puterío antes que el gobierno.
 
Cuando ya tenía carta blanca para reinar en lugar del Austria dio por ver en Madrid una villa demasiado grande, sucia e insegura para presentar como Capital del Imperio. Convenció a Felipe de la necesidad del traslado de la Corte a Valladolid, lozana, fresca (es un decir en verano) y señorial. Tuvo lugar la mudanza en 1601 y no faltaron solares disponibles para que el séquito real construyese sus dependencias, así como muchos miles de madrileños que les siguieron. El duque llevaba desde 1599 comprando terrenos en el municipio vallisoletano que vendió gustosamente a los nuevos habitantes, principalmente al rey. Desde luego casualidad fue que invirtiese en ellos maravedís de cobre y sacase ducados de oro. Pero ¡ay!, en cinco años la inmortal Pucela llegó a tener los mismos habitantes que alojase su predecesora, acompañados también de enormidad, carestías, inseguridad… y como seguían en pie los viejos palacios de Madrid, se decidió desandar el camino.
 
Durante el tiempo que estuvo la Corte en Valladolid se multiplicaron las fiestas y recepciones, hasta el punto que el centro de la ciudad era el llamado “salón de los saraos”, haciendo palidecer de envidia a cualquier Gallardón. En los eventos el rey dispensaba joyas, dinero, subvenciones a cualquier país u ONG de la época, a la manera de un Zapatero barroco. Las finanzas reales llegaron tiritando a Madrid en 1606.
 
Menos mal que en el tema urbanístico hubo quien gestionó. El duque de Lerma, desde el primer día del establecimiento en Valladolid empezó a comprar edificios y solares en Madrid, que bajaban entonces de precio aceleradamente. ¿Corrupción, información privilegiada de que se iba a volver al Manzanares desde el Pisuerga? Nooo, pura casualidad. Y lo de que en 1605, con la vuelta a Madrid ya decidida, el rey comprase al duque el palacio de Rivera en Valladolid a precio de oro no fue más que una chapuza real, no otro pelotazo del duque.
 
Como muchos creyeron que lo del duque era corruptela se apuntaron a desvalijar lo poco que quedaba en la Hacienda. Pero al estar el tema más complicado y la plebe mosqueada, trincaron a bastantes de ellos, entre otros Alonso Ramírez y Pedro Franqueza, ayudantes del duque.
 
Al final hasta el mismo de Lerma fue acusado pero, hombre previsor, escondió dinero e influencias, una de ellas el mismísimo Papa. Le ordenaron cardenal para salvarle la vida y así regaló otro dicho al castellano: “Para no morir ahorcado / el mayor ladrón de España / se vistió de colorado”.
 
Veo hoy duques de Lerma en el Gobierno Central, Autonómico y Municipal. Han dado el pelotazo con el ladrillo, tienen la cara de decir que gracias a ellos se ha vivido la época dorada de nuestro país y siguen manteniendo el título. Se ha pillado a cuatro Alonsos o Pedros Franqueza, pero el resto se ha ordenado cardenal por medio de aforamientos, cargos públicos y todo tipo de prebendas políticas. Vestidos de colorado para no morir ahorcados andan en el PSOE el señor Bono y adláteres, pero vestiditos de azul pepero van otra buena cuerda de ellos.
 
Los magistrales pelotazos del duque se redondearon porque, al salir de Madrid la Corte, se quitó de en medio a la viuda del Emperador Maximiliano y otros oponentes políticos que andaban tras de él. Son bastantes más toscos los artificios actuales para deshacerse de los rivales. Se reducen la mayoría de las ocasiones en invitarle a un programa televisivo presentado con mucha pluma y meterle en un griterío de cacatúas soeces que le acusan de todo lo que se les ocurra. Como legado del duque de Lerma se puede ver hoy la burgalesa villa homónima que él embelleció, al menos dejó algo todo un señor chorizo de allende los siglos. Algo que los chorizos actuales, más bien morcillas, no van a dejar. Compárese Lerma con la deshabitada urbanización de “el pocero” en Seseña, al sur de Madrid. Y desde luego si algo salvó el alma del duque fue la expulsión de los moriscos en 1609, librando a la población española de un quinta columna interna que la mataba más que la peste o el tifus. Sus tristes imitadores actuales por el contrario, han traído de vuelta como albañiles a los descendientes de aquellos… Es que hasta para ser un golfo hay que tener clase, o hacer algo por el pueblo para que, al cabo de los años, te recen algún responso.  
 
Mientras tanto, los lermillas de hoy siguen conduciendo ferraris por Marbella o visitando concejales de urbanismo. “Por si acaso esto remonta”. De todas maneras libres como palomas. Como palomas que defecan en la cabeza del trabajador que hace cola en el INEM a las seis de la mañana.
 
Lo peor de todo de los sucesos del siglo XVII fue que, mientras en España el dinero se iba en corrupción y se generaba una sociedad de hijosdalgo y poca industria, el resto de Europa empezaba a organizar sus factorías y a producir, no a traer oro de América. Y se concienciaban tanto que hasta dejaban poso de ésta filosofía del trabajo en el protestantismo. Hoy, mientras las naciones que no se basan en el ladrillo empiezan a remontar levemente la crisis, hay subnormales (o listillos, depende de cómo se mire) que siguen hablando de una burbuja inmobiliaria que remontará. En las ramas de los de Lerma nacieron muchos y prolíficos bastardos. 
 

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