Opinión Luís López.
LA FUNCION SOCIAL DEL TRABAJO.
Es AHORA cuando más que nunca hay que reclamar la función social del trabajo. Esa función que sirve para crear una clase media sólida, próspera y fuerte, la que al fin y al cabo sostiene y desarrolla un país. No éste, sino cualquiera, ahí tenemos el ejemplo argentino: cayó la clase media y cayó el país. |
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En estos tiempos en el paro funciona como una tenaza que coarta la libertad de acción de los trabajadores, donde son tratados más que nunca como una mercadería, donde los Convenios Colectivos firmados por los sindicatos mayoritarios sirven más que nada como un baremo de lo que los economistas liberales llamaban “el bronce de salarios”: es decir, mantener los salarios en un nivel de renta mínima que permitan la subsistencia de los trabajadores y sus familias.
Hoy en día si nos ponemos puristas, ni eso siquiera se da, ya que no se puede mantener una familia con un sueldo. Los dos sueldos precarios deben sumarse a la contribución de la unidad familiar, que a duras penas subsiste y qué decir de los “valientes” que deciden tener descendencia.
Es AHORA cuando más que nunca hay que reclamar la función social del trabajo. Esa función que sirve para crear una clase media sólida, próspera y fuerte, la que al fin y al cabo sostiene y desarrolla un país. No éste, sino cualquiera, ahí tenemos el ejemplo argentino: cayó la clase media y cayó el país.
Los países prósperos son aquellos en los que las clases medias son depositarias de los valores firmes del progreso nacional.
Se debe implementar una educación pública de calidad, con una gestión por parte de la Administración de las salidas profesionales.
No podemos destinar el gasto público a dar titulaciones que no tengan las debidas salidas profesionales, porque sino nuestras universidades y nuestros institutos de formación profesional solo proporcionarán futuros parados.
Hay que prestar especial atención a las variaciones que puedan darse en las necesidades laborales del país y por supuesto fomentar el empleo de calidad lo que conllevará el desarrollo de los adecuados sectores productivos y no dedicarnos a ser “inversores de ladrillo” o ser “los camareros de Europa”, únicamente...
Si esta sociedad entiende que hay poca natalidad, debemos de exigir que se fomente con los debidos cauces, mediante el concierto de la administración, las empresas y los propios trabajadores.
De nada sirve que se proteja dicha situación con medidas legales si estas tienen trabas y dificultades para llevarse a término y más hoy en día con la deshumanización economicista que se da en el tejido empresarial de nuestro país.
El empresariado, que es cada vez más internacional, debe entender que esto no es un monte de orégano en el que cultivar unas ganancias que se harán con el esfuerzo de todos y que solo repercutan en su propio beneficio y largarse a otro sitio más “rentable” (las temidas deslocalizaciones), sino estaremos fomentando una destrucción de la clase media que a medio y largo plazo no beneficiará a nadie. Muy al contrario nos situará en una nueva situación de PreRevolución Industrial.
Destinemos las partidas de presupuestos desviadas a “integración” con la que políticos de un signo y otro nos bombardean, a gestionar el conocimiento necesario en nuestro país, a fomentar y preservar la natalidad, a crear un desarrollo de los sectores industrial, ganadero, agrícola y destinar ayudas suficientes a la investigación en tecnología y medicina.
Lo único que no es rentable es no reinvertir los beneficios que las multinacionales cosechan en nuestro país y seguir primando la inmigración de repoblación que a nivel laboral y de natalidad nos inunda.
Recordemos los recursos son escasos y las sociedades se distribuyen normalmente, todo lo que se salga de esta premisa acaba resultando no funcional.
LUIS LOPEZ
GRADUADO SOCIAL
LICENCIADO EN CIENCIAS DEL TRABAJO