De la prensa: La verdad silenciada de Holanda
Islam
Los holandeses y musulmanes viven momentos de gran tensión étnica en Holanda. Los gobiernos de los últimos tiempos han esquivado el debate y se han refugiado en un discurso de integración que ha dado resultados muy pesimistas.
 
Ante la puerta del asesinado Theo van Gogh ya no hay flores, ni notas de dolor, ni velas, porque con el asesinato del artista se ha querido asesinar también la libertad en Holanda.

El país vive sobrecogido, abrumado por un futuro incierto, temeroso de la amenaza del terrorismo islámico, sorprendido de que la tolerancia holandesa haya acabado ahogada en sangre. Y con un miedo atroz a decir lo que piensa.
 
Las autoridades Europeas han tratado de silenciar este conflicto pasando sobre el de puntillas. MH reproduce cuatro artículos de gran interés que describen la situación.


EFE

El grupo islámico "al Tawhid al Islami" ha amenazado con atentar contra Holanda como represalia por una serie de ataques a instituciones islámicas después del asesinato del cineasta holandés Theo van Gogh, la semana pasada.

"Tenéis una última oportunidad para acabar con los ataques a nuestras mezquitas, escuelas y comunidades musulmanes en Holanda, y si no, lo pagaréis muy caro", señala el grupo en una declaración que aparece hoy en una página web islámica, según la agencia holandesa ANP.

Desde que Theo van Gogh fue asesinado el pasado día 2 de noviembre, presuntamente por un militante islámico, varias mezquitas fueron manchadas y una escuela islámica fue objeto de una explosión.

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Cientos de holandeses rindieron el último homenaje al cineasta Theo Van Gogh, asesinado hace una semana mientras paseaba en bicicleta en plena luz del día por el centro de Ámsterdam. Van Gogh había producido una controvertida película crítica con la cultura islámica. Recibió varios impactos de bala y fue rematado con varios golpes de arma blanca. El supuesto asesino es un holandés marroquí de 26 años, militante islamista.

Holanda es uno de los países más tolerantes de Europa. De costumbres liberales, abierta a todos los vientos de la civilización moderna, ha sido puesto como ejemplo de la convivencia interétnica. La muerte de Van Gogh se produce dos años después de que el líder populista Pim Fortuyn cayera asesinado por un holandés de extrema izquierda que cumple una condena de dieciocho años de cárcel.

El asesinato del cineasta ha pasado prácticamente desapercibido en la prensa europea, ocupada en analizar el desconcierto producido por la victoria de Bush en las elecciones norteamericanas. Holanda ocupa la presidencia de turno de la Unión Europea y su gobierno no ha querido trasladar al resto de la Unión la sensación de frustración y de rabia de los holandeses tras este segundo asesinato por razones étnicas y políticas.

Varias mezquitas holandesas han sido objeto de actos vandálicos y frustrados intentos de pirómanos descontrolados. El alcalde de Eindhoven ha dispuestos una seguridad adicional para las mezquitas y escuelas después de que una bomba estallara en una escuela islámica causando serios desperfectos. Otros ataques a centros islámicos se han registrado en Utrecht y Amersfoort.

Los holandeses y los inmigrantes de procedencia musulmana viven momentos de gran tensión étnica en Holanda. Los gobiernos de los últimos tiempos han esquivado el debate y se han refugiado en un discurso de integración que ha dado resultados muy pesimistas. El resultado es que una sociedad abierta y tolerante como la holandesa vive con miedo. Miedo a la libertad de expresión y miedo a enfrentarse con un fenómeno que ha producido dos atentados contra dos figuras muy célebres.

Pym Fortuyn fue asesinado porque no creía en la compatibilidad de las culturas que conviven en Holanda. Inventó un partido político y no ganó las elecciones porque lo asesinaron días antes de los comicios. Su formación quedó en segundo lugar. Van Gogh ha muerto porque creía que se podía criticar a los musulmanes como se critica a los holandeses cristianos.

El problema está planteado con toda crudeza en Holanda. Pero también en España, Francia, Alemania e Italia. Europa no se ha preparado para integrar las masivas inmigraciones procedentes de países musulmanes. En nuestro país no sabemos ni siquiera cuántos inmigrantes tenemos ni qué hay que hacer con el casi millón de ilegales que conviven, trabajan y practican sus ritos con más o menos libertad.

En Francia, con un cinco por ciento de población musulmana, tienen un peso específico importante. El ex ministro del Interior, Nicholas Sarkozy, propone la integración total creando, si es necesario, un Islam de versión francesa. Pero según decía Le Monde hace unos meses hay unos trescientos enclaves musulmanes en los que la ley francesa no se aplica.

Cuando el gobierno ha exigido la prohibición del velo y de otros signos religiosos en las escuelas, varias muchachas musulmanas han desafiado la ley y se han quedado fuera de los colegios. Sarkozy no es partidario de la compatibilidad de las dos culturas. Tanto si nos gusta como si no, dice, el Islam es la segunda religión de Francia y tenemos que integrarla haciéndola francesa. Todo este discurso es perfecto. Pero la realidad indica que mientras los musulmanes se toman muy en serio su religión, los europeos la abandonan sin reemplazarla.

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El coste del desprecio

En la mezquita de El Twaheed, reputada en Amsterdam por su interpretación extremista del mundo, un hombre joven expone una idea: "El mundo es como una mujer embarazada que está a punto de dar a luz, y el niño que va a nacer se llama Islam". También habla de que Occidente está en guerra con el islam "desde los tiempos del profeta" y se pregunta: "¿Qué hace Estados Unidos en los países árabes? ¿qué se diría si hiciera eso contra Europa?". Preguntado por su nombre, ofrece entre sonrisas el de Mohamed B., el asesino de Theo van Gogh.

La lucha en Irak, el conflicto palestino-israelí, la guerra de Chechenia y el combate de los islamistas radicales contra EE UU y Occidente alimentan y refuerzan el interés de los musulmanes jóvenes de Holanda, en particular los de origen marroquí, por una interpretación extremista del islam, según un informe presentado en marzo por los servicios secretos de los Países Bajos.

Un discurso provocador

La violencia se desencadenó cuando se supo que el autor del asesinato de Van Gogh era un joven de origen marroquí, movido por motivaciones del extremismo islámico.

Fue la segunda vez que se produjo en Holanda un asesinato de estas características. En 2002 ocasionó una conmoción semejante la muerte a tiros del político holandés de ultraderecha Pim Fortuyn, sobre el cual precisamente el cineasta Van Gogh preparaba su última película.

Entonces ya se temía que la polarización entre extranjeros y holandeses desencadenara en manifestaciones de intolerancia.

Fortuyn, al igual que Van Gogh, tenía un discurso político provocador y de rechazo abierto al islamismo, que le hizo ganar en poco tiempo muchos adeptos. El éxito del debate "políticamente incorrecto" abierto por Fortuyn fue el primer indicador de que la tolerancia multicultural en Holanda disminuía, mientras aumentaba la polarización.

El ministro de Justicia, Piet Hein Donner, advirtió que "la espiral creciente de violencia puede romper los diques de la sociedad" y del Estado de Derecho, tanto si surge entre los musulmanes como entre los movimientos racistas de extrema derecha.
 

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