«Los gritos, las peleas, el vandalismo son el pan nuestro de cada día»
«Esto se llama terrorismo. Estás en tu propia casa y no puedes dormir. Evitas salir de noche para que no te roben o agredan. Los gritos, las peleas, los trapicheos de droga, el vandalismo, son el pan nuestro de cada día. ¿Y quién nos va a pagar este daño? Yo estoy harta de escribir cartas al Ayuntamiento y no he recibido más que largas», afirma indignada Cati Fernández. «La Policía es la primera que sabe que esconden droga entre los setos del parque, pero no pueden hacer nada. Yo el otro día ví cómo una persona escupía a un agente y se tuvo que aguantar. Y luego me dijo que si le hacía algo le suspendían de sueldo. Ellos tienen la misma impotencia que los residentes», añade otra de las vecinas. |
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«¡A ver si de una vez ponen seguridad en ese parque, en vez de tanta multa por la doble fila!», exclamaban con su inmenso dolor a cuestas los allegados de Gonzalo Iglesias y Enrique Rigall, los dos amigos apuñalados tras intentar evitar un atraco poco antes de las 7.00 de la mañana de ayer.
El parque al que se referían son los Jardines del Arquitecto Rivera, junto a la calle de Barceló, en el distrito Centro. Situado frente a la popular discoteca Pachá y muy cerca de la zona de marcha de Malasaña, los vecinos denuncian las molestias del jaleo nocturno durante los fines de semana, pero algunos jóvenes -como los amigos de las dos víctimas de ayer- recuerdan que la seguridad es -o debería ser- lo primero.
«Sí, hay muchos problemas todos los días, especialmente de jueves a sábado, que sale la gente de marcha hay peleas y de todo», afirma el portero de una finca de la calle de Churruca, mientras a su lado asiente una inquilina: «Sobre todos los viernes y los sábados». «Hay bastantes tironeros, pero no problemas nocturnos, al menos nunca tan graves», mantiene a su vez otra residente del 3 de la calle Churruca.
A las ocho de la tarde de ayer la plaza de Barceló presentaba una imagen dantesca: gente durmiendo en los bancos, botellas tiradas por el suelo y papeleras arrancadas. En el parque infantil, ni rastro de los más pequeños del barrio. Sólo basura y excrementos.
«Para los padres la preocupación es inmensa. Nuestros hijos salen por la noche a los bares de alrededor y no descansas hasta que los ves llegar. Piensas lo peor. Lo de menos es que los atraquen y le quiten el dinero o el móvil, lo malo es que no vuelvan», dice María Álvarez, madre de dos chicas de 16 y 14 años.
Los ánimos de los vecinos están muy caldeados. La muerte del joven Gonzalo ha colmado su paciencia. Se sienten indefensos y tienen miedo, pero exigen una solución al problema. Llevan años soportando la situación. «Esto se llama terrorismo. Estás en tu propia casa y no puedes dormir. Evitas salir de noche para que no te roben o agredan. Los gritos, las peleas, los trapicheos de droga, el vandalismo, son el pan nuestro de cada día. ¿Y quién nos va a pagar este daño? Yo estoy harta de escribir cartas al Ayuntamiento y no he recibido más que largas», afirma indignada Cati Fernández. «La Policía es la primera que sabe que esconden droga entre los setos del parque, pero no pueden hacer nada. Yo el otro día ví cómo una persona escupía a un agente y se tuvo que aguantar. Y luego me dijo que si le hacía algo le suspendían de sueldo. Ellos tienen la misma impotencia que los residentes», añade otra de las vecinas.
Numerosos coches patrulla vigilaban ayer la zona, pero los ciudadanos se qujan de que mañana el asunto será olvidado y volverán las cosas a la normalidad, o mejor dicho, a la anormalidad.