Ceuta y Melilla, dos ciudades españolas de inestimable interés europeo Alberto Grasa
España debe mantener sus plazas norteafricanas. La caída de Ceuta y Melilla en poder marroquí supondría un fuerte incremento de la presión política, comercial, migratoria y del mercado de la droga, que tendría graves repercusiones en todo el continente Europeo. |
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El debate sobre la soberanía de Ceuta y Melilla siempre se basa en los mismos puntos. Cierto es que llevan perteneciendo a España quinientos años. Ceuta los ochenta anteriores estuvo en manos portuguesas. Entonces Marruecos no existía… no era más que el conjunto de diversas tribus y sultanatos cuyo único punto en común era la religión, y aún así variaba y seguía existiendo el animismo.
En la primera época de ocupación española las diferencias entre los del norte rifeños, vecinos de Ceuta y Melilla, y los del sur árabe e idrisí, eran mucho mayores que hoy y no existía unión política entre ellos. Tuvieron que esperar ciento sesenta años para que al advenimiento de los sultanes de la dinastía Alauí, empezasen a unificar el territorio.
El norte de Marruecos, antes de su incorporación al sultanato, tenía dos mil años de historia a las espaldas. De ellos apenas setecientos lo fueron bajo el Islam y el resto con dominación Europea (Roma, Bizancio, Visigodos y Vándalos, Portugal, España) e inclusive asiática (Fenicia).
La otra cara de la moneda en ésta cuestión es la soberanía de Gibraltar. Pero aquí nos encontramos con un pedazo de terreno arrancado a España hace trescientos años, cuando nuestro país llevaba doscientos reunificado, bajo el mismo gobierno y el mismo nombre. El mismo que hoy reclama su devolución (¿o no?.... ¿Moratinos?).
Aparte de los motivos políticos para defender la españolidad de Ceuta y Melilla, el arraigo de su población europea oriunda y la tradición de la tierra de San Daniel, existen otros económicos, de importancia capital.
La importancia del Estrecho de Gibraltar
Cuando el Reino Unido ha devuelto a sus propietarios Hong Kong, y no ha hecho lo mismo con Gibraltar, obedece a una estrategia que afecta a las rutas de comercio mundial.
Hoy en el comercio de mercancías, salida de la industria, ni el transporte aéreo ni el terrestre pueden competir con el marítimo. Esta situación no cambiará hasta que no aparezcan aviones del tamaño de un carguero y el mismo consumo de combustible o camiones y trenes que midan trescientos metros de largo, treinta de ancho y cuarenta de altura, consumiendo poco. Es decir, no va a cambiar.El transporte marítimo mundial se organiza alrededor de un ecuador imaginario que atraviesa el Canal de Suez y el de Panamá, y por medio el Estrecho de Gibraltar. Los tres puntos son evitables en caso de conflicto, a costa de aumentar gasto y tiempo en el transporte. En caso de cerrarse el Canal de Panamá, la Gran Ruta se debería trasladar para rodear América del Sur, con perjuicios sobre todo para el comercio interno norteamericano, al que le obligaría a potenciar su red ferroviaria.
Si se cerrase el Canal de Suez (como ya ha ocurrido alguna vez), el mayor perjuicio lo llevarían los petroleros procedentes de Oriente Medio, obligados a rodear África y los transportes de mercancía barata china hacia Europa (para nosotros un beneficio).
Ceuta y Melilla en manos marroquíes
En cambio, un cierre del Estrecho corta la salida natural del Canal de Suez al Atlántico, su continuación, haciéndolo casi inservible. Acaba con el suministro barato americano a sus amigos turcos e israelíes y convierte al Mediterráneo en un mar muerto. Pero la peor parte la llevaríamos los europeos, ya que el comercio interno continental se debería hacer por tierra multiplicándose los costes.
Por orden de gravedad lo sentirían los siguientes puertos: Barcelona, Valencia, Marsella, todos los italianos y los que menos los bálticos y griegos. A los primeros les afectaría de tal forma que se verían abocados a cerrar la mitad de sus atracaderos. Los europeos del este, los eslavos, verían cercenada su salida a los mares cálidos, la misma por la que murieron desde la guerra de Crimea hasta la de Afganistán. Los del norte aumentarían exponencialmente sus costes de exportación a los países que conforman la mayoría de su clientela, el sur de la U.E.
¿Cómo se podría cerrar el Estrecho? Por la caída de Ceuta y Melilla en manos marroquíes. Marruecos es hoy un país inestable con tendencia al islamismo. Las elecciones nacionales y municipales de los últimos años lo demuestran. ¿Que hace un país islamista radical o simplemente islamista anti-occidental con unas aguas territoriales? Prohibir su uso al que no sea de su agrado o quien no pague.
Quien piense que en el caso de la supuesta propiedad de Marruecos sobre Ceuta y Melilla las aguas del Estrecho se iban a dividir en mitades con España está equivocado. Marruecos reclama 200 millas desde la costa de aguas territoriales. España se conforma con las 12 internacionales.
En el momento que tuviesen como suyas Ceuta y Melilla, las aguas territoriales españolas serían una cinta de esas 12 millas pegadas a la costa a la entrada y salida del Estrecho. Se apropiarían los marroquíes del golfo de Cádiz y del mar de Alborán con su isla en medio, y la navegación por aguas españolas a lo largo de esos 600 km sería un cabotaje sin perder de vista la costa hispana, con el consiguiente gasto en combustible de los barcos al no poder navegar en línea recta Alborán – Estrecho – Golfo de Cádiz.
De hecho su apropiación de aguas territoriales españolas la ejerce ya hoy: Desde 2000 lleva adjudicando derechos de prospección petrolífera a compañías americanas (Conoco), británicas (Afrex) y australianas (Pancontinental Oil y Cooper Energy) en aguas legalmente españolas, de Melilla, la isla de Alborán y casi frente a Málaga. Y se frena en la concesión definitiva porque ése es su juego del tira y afloja, no por la oposición española.
En países islámicos con escasez de recursos se paga por el paso a través de sus aguas y se obliga a los barcos que necesitan repostar a hacerlo en sus puertos, no en alta mar, práctica conocida como “bunkering”. Para el repostaje en alta mar la legislación internacional exige una distancia mínima a la costa de 24 millas. El pasado Octubre barcos españoles fueron atrapados por las autoridades del país musulmán Guinea Bissau por realizar el bunkering a 120 millas. Por cierto, la misma bahía de Algeciras es un punto habitual de repostaje que las patrulleras marroquíes no tendrían reparos en llegar a controlar, visto el desapego de las autoridades españolas.
Piensan los americanos y sus actuales socios británicos (Dios quiera que pronto gobierne Gran Bretaña un político proeuropeo) que Gibraltar se iba a salvar; mejor sería que preparasen patrulleras, dinero y concesiones. La estabilidad del Estrecho alrededor del Peñón, el auténtico paso, se debe a los territorios de Ceuta y la famosa isla de Perejil (todavía hay quien le daría ése pedacito a Marruecos), que se enfrentan hacia el norte con Algeciras y Gibraltar, constituyendo un puente de aguas europeas.
En el peor de los escenarios, un intento de contención de las reclamaciones marroquíes sobre unas aguas que al tener Ceuta y melilla ya creería suyas, provocaría la inestabilidad de la zona y el consiguiente cierre al tráfico marítimo por ellas, por motivos de seguridad.
La invasión
Si España no mantiene y fortalece sus plazas norteafricanas, la caída de éstas en poder marroquí supondría una invasión no militar que arruinaría España y Europa.
LA INVASIÓN COMERCIAL. . Hoy el principal puerto marroquí en la zona del Estrecho es el de Alhucemas, que se congestiona rápidamente. Con Ceuta y Melilla ganarían dos puertos de mediano tamaño y un aeropuerto, con instalaciones modernas y gran capacidad. Suficiente para abaratar aún más sus exportaciones de cítricos, hortalizas, etc., lo que hundiría definitivamente al productor español y empezaría a molestar en serio al europeo.
LA INVASIÓN DE LA DROGA. Sin el sistema triangulado de radares del Estrecho, con apoyos en Ceuta y Melilla, salida de droga desde las costas marroquíes a España y por ende a toda Europa sería masiva. Y no es sólo porque según fuentes policiales el tráfico de cocaína se ha desviado de Galicia al Estrecho, sino porque la principal producción agrícola del Rif es el hachís, y sólo tendrían que bajarlo en burro desde el monte y cargarlo en una lancha para ponerlo en un mar suyo con las bendiciones de su gobierno (la hermana del rey marroquí es sospechosa de tráfico de drogas).
MÁS INMIGRACIÓN MASIVA. Hay quien dice que las vallas de Ceuta y Melilla son coladeros de inmigrantes. Pues bien, sin estas dos ciudades españolas, torres de vigilancia del sur, los ilegales llevarían el mismo camino anteriormente descrito para la droga. Marruecos se libraría de los subsaharianos que esperan en su territorio a dar el salto y de sus propios compatriotas sin trabajo, pero más masivamente de cómo lo hacen hoy.
PIRATERÍA. Ni ha desaparecido ni se ha relajado. Ha cambiado. Los piratas hoy son principalmente musulmanes (Somalia, Yemen, Indonesia, Filipinas) y sus presas europeos principalmente.
Si hay un mar con tradición de piratería no es el Caribe, sino el Mediterráneo. Centenares de miles de andaluces, murcianos, valencianos, mallorquines y catalanes fueron robados, asesinados o secuestrados en sus propios pueblos para ser vendidos en los puertos del norte de África por berberiscos musulmanes, obligando a fortificar puertos españoles y hasta incluir precauciones en el hablar: “… moros en la costa…”
Regalar Ceuta y Melilla a los musulmanes es dejarles expedita una nueva salida laboral, sin vigilancia enemiga en la retaguardia. Es algo que sucede hoy en día en el Océano Índico frente a Somalia, secuestro y robo de barcos de pesca, turísticos y petroleros. El asalto a barcos que navegasen por el Estrecho no tardaría en ocurrir, aunque fuese en menor escala.
El iluminado de la Moncloa y posiblemente el de la calle Génova no dan la importancia que se debe al asunto. Incluso sospecho que en la zapateril doctrina del buen rollito serían capaces de regalar al moro ambas plazas, a despecho incluso de la población oriunda que huiría en masa al día siguiente, incluyendo al tercio de población musulmana existente, conocedora del “buen hacer” de sus correligionarios.