Islamismo y comunitarismo : una estrategia de conquista
Fecha Domingo, 22 Octubre a las 13:35:40
Tema Islam


Islamismo y comunitarismo : una estrategia de conquista
 
Alexandre del Valle le 27/09/2006
Fuente : Débats
 
En el marco de la estrategia de conquista elaborada por las organizaciones fundamentalistas islámicas que actúan sobre suelo europeo, los temas del comunitarismo y del multiculturalismo (o de la “sociedad multicultural”) se han convertido estos últimos años en grandes motores de movilización de las masas musulmanas, masas que los islamistas cuentan con “reislamizar”, dirigir y, a la postre, instrumentalizar.

Aquí, el discurso comunitarista tiene por función justificar un cierto número de reivindicaciones fundamentalistas concebidas con el objetivo de impedir a las comunidades musulmanas surgidas de la inmigración integrarse en las sociedades no musulmanas de acogida, consideradas como “impías”, considerando la no integración de estas comunidades como la condición sine qua non de su reislamización o de su mantenimiento en la “umma” islámica.





Así, en nombre de una crítica del “Estado jacobino” centralizado y del “integrismo laicizante”, y gracias a una retórica “victimista” que equipara la laicidad republicana “ortodoxa” al “racismo”, a la “exclusión” o incluso a la “islamofobia”, los islamistas han logrado estos últimos años que se admita el comunitarismo islámico –y el ataque a los principios de igualdad de los sexos, sin contar las reivindicaciones de verdaderos “derechos de excepción” o de “inmunidades territoriales”, poniendo en peligro la unidad y la integridad de la República– como única alternativa a la “intolerancia autóctona”, una variante postmoderna del “derecho a la diferencia”, sacando partido de la globalización y del borrado del Estado nacional en provecho de un diferencialismo neotribal que describe perfectamente la obra de Alain Minc Le monde est ma tribu.
 
El comunitarismo: instrumento privilegiado de la estrategia de conquista de las organizaciones islamistas en Europa
 
Tal y como denunció recientemente la demógrafa Michèle Tribalat, especialista en cuestiones de islam e inmigración, con motivo de su dimisión en diciembre de 2000 del Alto Consejo de la Integración, al que acusa de ceder a las reivindicaciones islámicas, el Estado republicano ha iniciado estos últimos años una mutación comunitarista de la que aún se ignora cuáles serán los efectos a largo plazo, pero que sin duda prepara la llegada de las organizaciones islámicas fundamentalistas, en detrimento, a largo plazo, del proceso de integración de las poblaciones musulmanas de Francia. “El informe del Alto Consejo de la Integración sobre “el islam en la República” es totalmente angélico, explica la señora Tribalat, refleja perfectamente el punto de vista de una cierta elite en permanente búsqueda de víctimas (…). Hoy (…), el tipo ideal de víctima se encarna en los musulmanes (...). El islam introduce procesos comunitarios contrarios a la misión y los valores promovidos teóricamente por las instituciones, como la igualdad de hombres y mujeres, y la libertad de conciencia: se ejerce diferentes presiones sobre los miembros de la comunidad que no los siguen. El ejemplo típico son las reivindicaciones a favor del velo, de la ruptura del ayuno, del respeto por las prácticas alimenticias” .
 
Desconocidas antes de 1989, la “cuestión del velo” y otras aparatosas manifestaciones del ascenso de los movimientos islámicos en Francia, cuestionando a veces totalmente los valores fundamentales de las sociedades receptoras europeas, nacieron de un doble fenómeno sociopolítico y comunitario: el encuentro, a partir de finales de los años 80, del fenómeno islamista, vinculado al mar de fondo mundial (revolución jomeinista, mujaidines afganos, petrodólares saudíes, etc.) y del movimiento “mestizo” y “antirracista” (SOS Racismo, MRAP, France Plus, Voix de l’islam, JRE, Juventudes Revolucionarias Trotskistas, etc.). 1989, año bisagra, estuvo marcado por el despertar del islam en Francia, cada vez más dirigido y controlado por los movimientos fundamentalistas e islamistas, cuyo objetivo número uno es entorpecer la integración de las comunidades musulmanas nacidas de la inmigración.
De hecho, a partir del acontecimiento fundador de las estudiantes con velo de Creil (1989), el movimiento “mestizo” evolucionó en parte hacia el islam radical, no siendo el caso del “gang de Roubaix”, de la “red Chalabi” o del grupo terrorista dirigido por el joven mestizo Khaled Kelkal, instrumentalizado por el GIA argelino, sino las manifestaciones más extremas de un fenómeno profundo de reislamización fundamentalista tanto más temible por cuanto, paradójicamente, va acompañado con frecuencia por una cierta “paz social” que seduce a muchos de los representantes locales y de los medios asociativos mestizos empeñados en “pacificar” las “barriadas calientes” mediente el comunitarismo islamista.
 
A partir de 1989, Harlem Désir, líder de SOS Racismo, tras Danièle Mitterrand, Cheikh Tejini Hadam, entonces imán de la Mezquita de París, e incluso el francés convertido Youssouf Leclerc –hoy a la cabeza de la Oficina de la Organización de la Liga Islámica Mundial (BOLIM = Arabia Saudí)–, da un giro de 180 grados al movimiento “mestizo” antirracista, cambiando su laicismo inicial de esencia socio-trotskista (Julien Dray) por el comunitarismo musulmán, nueva versión del “derecho a la diferencia”. Desde entonces, la figura mediática de Harlem Désir, quien dejó de concitar la unanimidad en el seno de SOS Racismo, conoció un descenso considerable de popularidad en las poblaciones nacidas de la inmigración, las cuales reprochaban no sin razón a las organizaciones “antirracistas” instrumentalizar a los “mestizos” con fines político-electorales.

También los “jóvenes mestizos” de las barriadas prefieren a este término, según ellos políticamente marcado y humillante, el de “jóvenes musulmanes” o “musulmanes”, reconociéndose hoy más a gusto en organizaciones religiosas islámicas explícitamente comunitaristas y fundamentalistas, como la Unión de las Organizaciones Islámicas de Francia (UOIF, ligada a la organización islamista internacional de los Hermanos Musulmanes) o la Unión de Jóvenes Musulmanes (ídem), muy implantada en la región de Lyon. Por su parte, bastantes antiguos militantes “antirracistas” y “mestizos” juzgaron oportuno sumarse al movimiento asociativo islámico y sustituyeron el discurso sobre la integración y la laicidad republicana por el del “derecho a la diferencia” en su versión comunitarista confesional y multicultural. El primer caso del velo (octubre de 1989) había sido por otra parte inmediatamente recuperado por SOS Racismo y el Movimiento contra el Racismo, el Antisemitismo y por la Paz (MRAP), los cuales habían apelado al supuesto “racismo” y a la “intolerancia” de quienes se oponían al uso del hiyab en dependencias públicas. Volveremos más tarde sobre la extrema confusión metodológica y filosófica nacida de la introducción de retóricas descalificantes –fundamentadas en la victimización instrumental del fenómeno islámico– en el debate sobre el comunitarismo y el fundamentalismo, debate de facto evitado, ocultado y neutralizado por el tabú incapacitante del “antirracismo” mediático.
 
También las organizaciones islámicas adoptaron, más tarde, una retórica “victimista” y desencadenan regularmente escándalos mediáticos para frenar las reticencias “naturales” de las sociedades de acogida frente a una ofensiva fundamentalista, cuyo riesgo es el de poner en peligro la cohesión nacional, y sustituirlas por un sentimiento de culpabilidad. De hecho, las reivindicaciones comunitarias que aspiran a detener la integración y a fragmentar la nación –objetivos inconfesables públicamente– son presentadas como respuestas reparadoras frente a la “intolerancia laicizante”, el jacobinismo, la “islamofobia”, etc. En esa estrategia de comunitarismo reivindicativo de dimensión expiatoria inconsciente, los diferentes casos del velo islámico u otros temas Rushdie pueden ser analizados como pruebas de fuerza, tal y como explica el politólogo argelino Slimane Zéghidour en su obra Le voile et la bannière (Pluriel, 1990). Constituyen verdaderas operaciones mediáticas de subversión, operaciones de provocación que intentan arrinconar a los poderes públicos y obligarlos a ceder a las reivindicaciones fundamentalistas con el objetivo de “apaciguar” a las comunidades musulmanas victimizadas y que corren el riesgo de “actuar” con violencia “frente al racismo”. Avivando las brasas del descontento y del sentimiento colectivo de persecución, ya alimentado en primera instancia por los movimientos mestizos “antirracistas”, tan políticamente orientados precitados, los propagandistas islámicos, muchas veces vinculados a organizaciones fundamentalistas extranjeras, imprundentemente autorizados por los poderes públicos a dirigir y –de facto– fanatizar a numerosos jóvenes musulmanes, suscitan el descontento y el radicalismo de estos últimos y achacan todas las desgracias de los verdaderos creyentes a una supuesta hostilidad intrínseca de los “infieles”.
 
A través de esta estrategia « victimista », denunciada por Michèle Tribalat, las organizaciones islamistas que operan en Europa han llegado estos últimos años a atraer a sus posiciones a un considerable número de jóvenes mestizos, e incluso de jóvenes franceses autóctonos o de “blacks” [negros] de los suburbios, cuyo sentimiento de revuelta y la situación de precariedad social constituyen poderosos polos de receptividad del discurso fundamentalista islámico. Fascinados por el carisma de un Tariq Ramadan, los éxitos deportivos de célebres campeones mestizos como Jamel Bourras o « blacks » conversos como el baloncestista Olivier Saint Jean, ambos miembros de la organización fundamentalista UOIF (véase más abajo), los jóvenes musulmanes neofundamentalistas de Francia se ven cada vez más como una comunidad aparte, una « nación musulmana » en la nación, sobre el modelo comunitarista anglosajón tan mediatizado y popularizado por los mass-media (aspecto “americano” y, por tanto, “moderno” del comunitarismo).
 
El predominio de organizaciones islamistas fundamentalistas: génesis y detonante de la deriva comunitarista
 
Contrariamente a lo que se piensa, el comunitarismo musulmán, dominado por las posiciones radicales de las esferas de influencia islamistas, no es el resultado de una reislamización espontánea de jóvenes inmigrados o hijos de inmigrantes instalados en Europa y desde un principio totalmente extraños a su propia cultura islámica original. Esta reislamización fundamentalista y este dirigismo creciente de las comunidades musulmanas de Europa por las estructuras islamistas se inscribe de hecho en el marco de una más amplia estrategia de conquista llevada a cabo por los cuatro grandes polos de la exacerbación islamista en el mundo: en primer lugar, Arabia Saudí y las instituciones islámicas que controla directamente (Organización de la Conferencia Islámica (OCI), movimientos wahabíes, centros islámicos europeos, Asamblea Mundial de la Juventud Musulmana (WAMY), Oficina de la Organización de la Liga Islámica (“Rabitat”) o BOLIM, del que el converso Youssouf Leclerc, ex presidente de la FNMF, es hoy presidente de la sección francesa, etc.) y las organizaciones que le están vinculadas: Congreso del Mundo Musulmán, sufismo fundamentalista barelvi, movimiento pietista-fundamentalista Tabligh (donde se formó Khaled Kelkal), el más influyente en Europa; Jama’àt-i-islami, etc.; en tercer lugar, las diferentes secciones nacionales de la Organización Mundial de los Hermanos Musulmanes (de la que la UOIF, UJM dependen en Francia; la UOIE a nivel europeo, la UOII y UCOII en Italia, etc.; en cuarto lugar, el islam turco, bastante subestimado, y representado, en Europa, tanto por el islam ortodoxo de Estado (a pesar de la “laicidad” de Turquía) controlado por la Diyanet (dirección de cultos del Ministerio del Interior que va turnándose por los consulados de Europa, financiada por la Liga Islámica Mundial saudí) como por la organización islamista turca cercana a los Hermanos Musulmanes, el Milli Görus, filial del partido Fasilet Partisi de Necmettin Erbakan (ex Refah Partisi).
 
En esta estrategia de islamización de Europa y de Francia, Arabia Saudí, considerada “amiga de Occidente”, pero adepta del islam más oscurantista que puede encontrarse, juega un papel fundamental. Riyad está así en el origen del “Instituto de Formación de los Imanes de Europa”, establecido en Saint Léger-du-Fourgeret (Château-Chinon). Prueba de la colaboración entre diferentes esferas de influencia fundamentalistas, esta “universidad islámica » ha sido confiada a la rama francesa y europea de la Asociación de los Hermanos Musulmanes, probablemente la más « autoctonizada » de las estructuras islamistas, representada en el Hexágono por la Unión de las Organizaciones Islámicas de Francia (UOIF) y en Europa por la UOIE. Oficialmente, el islam saudí està presente en Francia y en la mayoría de las capitales europeas a través de los « centros islámicos » y mezquitas que controla (Gran Mezquita de Lyon, centros islámicos de Ginebra, Roma, Londres, Madrid, etc.).
 
« El éxito de una minoría musulmana es convertirse, un día más o menos lejano, en una mayoría. Este fenómeno se realiza no por la fuerza, sino por un efecto de asimilación recíproca entre la mayoría no islámica y la minoría islámica, aceptando la mayoría, poco a poco, la moral y la religión islámicas y acabando por identificarse con el islam », escribe el saudí Alí Kettani, Director de la Fundación Islámica para la Ciencia, la Tecnología y el Desarrollo en un folleto, El islam hoy, ampliamente difundido en Francia y en Europa [2] para uso de los inmigrantes musulmanes y de los conversos.
 
Ampliamente inspirados por las propuestas saudíes, por la de los Hermanos Musulmanes o por la experiencia de las organizaciones islámicas británicas, que han obtenido desde hace años logros en ciertos puntos que más abajo mencionaremos y en los que se inspiran los musulmanes franceses, las principales reivindicaciones de las organizaciones musulmanas de Francia y de Europa son las siguientes:
 
1.- Derecho a la creación de escuelas libres islámicas privadas o concertadas, o, a falta de éstas, introducción de clases de religión en las escuelas públicas.

2.- Reconocimiento de la legislación islámica en materia de estatuto personal y de estado civil: matrimonio religioso musulmán, repudiación, poligamia, herencia, cementerio o parcelas musulmanas separadas;

3.- Cuotas en la Administración para la contratación de musulmanes.

4.- Alimentación halal en los comedores, lugares de culto-asilo islámicos, piscina y clases de educación física separadas para las chicas, o dispensa de asistir a tales clases, colegios no mixtos, exclusión de obras ofensivas hacia el islam; derecho a llevar el velo en las escuelas de la República.

5.- Reconocimiento del Islam como segunda religión de Francia.

6.- Multiplicación del número de imanes en las administraciones penitenciarias, lugares públicos y de enseñanza.

7.- Creación de un partido político islámico o que refleje los intereses específicos de la comunidad musulmana.
 
Ahora bien, estas reivindicaciones, que aspiran a reclamar un régimen jurídico y administrativo de excepción, se salen del derecho común, son global y espontáneamente mal percibidas, tanto por los regímenes, particularmente de la República francesa, laica y unitaria, como por las masas autóctonas profundamente secularizadas, que ven brotar de ellas el “peligro islámico”, la manifestación del “oscurantismo religioso”, del cual el velo islámico es la más estridente de las imágenes. Ésta es la razón por la cual las reivindicaciones comunitaristas islamistas se expresan esencialmente a través de técnicas de movilización y de una retórica subversiva que hemos denominado “victimista”, es decir, que pretende devolver la acusación de intolerancia –que sin embargo está en el origen de las reivindicaciones fundamentalistas– contra los medios que defienden la laicidad, contra los poderes públicos y contra las masas autóctonas desconfiadas, incluso hostiles. Es en el marco de esta “estrategia victimista” donde conviene resituar toda una serie de escándalos mediático-políticos que monopolizaron de manera recurrente la primera plana de las reivindicaciones islámicas comunitaristas y confesionales.
Sin duda, la cuestión del velo o los otros asuntos Rushdie o Taslima Najreen, llevados simultáneamente en diversos Estados europeos a muchas comunidades de inmigrantes, no son negados ex nihilo debido al descontento espontáneo de los trabajadores inmigrantes musulmanes medios. Han sido orquestados por organizaciones islámicas europeas directamente financiadas y/o controladas por los grandes polos mundiales del fundamentalismo islamista anteriormente citados, principalmente el wahabismo saudí, el tabligh indopaquistaní y los Hermanos Musulmanes. Aparentemente concurrentes, a veces radicalmente antagonistas, estos polos actuan muchas veces con perfecta coordinación cuando se trata de elaborar estrategias comunitaristas de islamización y campañas de demostración de fuerza a partir de impactos espectaculares en la opinión pública francesa por medio del escándalo mediático y del « discurso victimista » que le es consustancial y que tiene como función primera devolver la acusación de intolerancia contra las sociedades democráticas de acogida, las cuales caen en la trampa de sus propios valores pluralistas y “abiertos” sacados de su contexto y, por tanto, subvertidos.
 
Del repliegue comunitario a la radicalización confesional: un fenómeno europeo
 
A pesar de las declaraciones demagógicamente victimistas y “políticamente correctas” de los responsables de las organizaciones llamadas « antirracistas », de los políticos en búsqueda de electores musulmanes e incluso de personalidades religiosas, católicas (los padres Lelong, Delorme y Gaillot, el abad Pierre, etc) y musulmanas, incluyendo a los más « moderados », como por ejemplo el imán Dalil Boubaker , rector de la mezquita de París, los problemas de integración que encuentran las minorías musulmanas en Europa son más imputables a un rechazo, por el islam institucional, de los valores, leyes, culturas, usos y costumbres de los países de acogida, que a un supuesto “racismo” de los autóctonos europeos. No son asiáticos, hispanoamericanos o africanos animistas y cristianos lo que cuestionan radicalmente los valores fundamentales de la Europa moderna y de Occidente: libertad de conciencia y de expresión, dignidad del ser humano, derecho a la seguridad de las personas y de los bienes, igualdad entre los sexos, las razas y las religiones, etc. Son en cambio organizaciones islámicas proselitistas –radicales o no– las que se manifiestan contra Salman Rushdie, exigen poder llevar el velo en los colegios, boicotean ciertas clases “impías”, o incluso denuncian ciertas leyes seculares francesas y europeas; en pocas palabras, reclaman un régimen político-jurídico distinto al derecho común, un espacio extraterritorial que rechace la aplicación de las leyes “impías” en vigor. Intentando centrar los verdaderos términos del debate y disociar los temas muchas veces tergiversados como la integración, el islamismo y el “racismo”, el historiador René Rémond explica: “La irrupción en el territorio de la República de millones de seres humanos de origen extranjero que se instalan en el territorio y siguen fieles a sus orígenes y a sus costumbres alimenta una inquietud que no es forzosamente la de la xenofobia o el racismo » .
 
Como señalan Yves Lacoste, Christian Jelen, Alain Finkielkraut o Michèle Tribalat, el « gueto », el « repliegue sobre uno mismo », « la exclusión », el « racismo », pueden ser tanto el hecho de las mismas « víctimas » de la exclusión –sobremediatizadas y con frecuencia instrumentalizadas tanto por los fundamentalistas como por corrientes políticas radicales (trotskistas, marxistas revolucionarios, etc.)– cuanto de autóctonos no musulmanes incriminados a veces sin razón a priori y a posteriori. Los ejemplos de esta “autoexclusión voluntaria” de los mahometanos europeos, orquestada por las minorías activas islamistas y proselitistas, a la cual el Estado de acogida responde con concesiones comunitaristas, abunda por todas las partes de Europa:
 
– En Francia y en Italia, en Gran Bretaña o en Bélgica, los islamistas llaman regularmente a manifestarse en favor del velo en los lugares públicos y los establecimientos escolares, incluso a boicotear las clases consideradas « impías » (gimnasia, biología) o a rechazar el estudio de ciertas obras « blasfemas » : de Albert Londres a Dante Alighieri, pasando por Victor Hugo o Voltaire, siendo este último condenable por haber concebido, con forma de pieza teatral, un panfleto antimusulmán sacrílego titulado Mahoma o el fanatismo.
 
– Al otro lado de los Alpes, la poderosa Unión de las Comunidades y Organizaciones Islámicas de Italia (UCOII) ha prohibido la Divina Comedia, de Dante Alighieri, en los institutos y universidades, uno de sus principales caballos de batalla. Considerado “blasfemo”, el mayor de los poetas italianos es culpable de haber enviado al profeta Mahoma, en la Divina Comedia, al “séptimo círculo del infierno”. Capital del catolicismo, Roma alberga desde 1995 la mayor mezquita de Europa, financiada en un 75 % por Arabia Saudí (35 millones de dólares) que pretende convertirla en « un foco desde donde irradie el rostro tolerante del islam a fin de corregir la mala imagen de esta religión”, mientras que las autoridades saudíes continuan negando toda libertad religiosa a los no musulmanes de Arabia… Otra señal de unilateralidad y de voluntad de conquista islámica bajo el paraguas del « derecho a la diferencia » y del comunitarismo, en sus primeros pasos en los años 80, los promotores saudíes y marroquíes de la mezquita de Roma habían exigido que el minarete de la futura mezquita fuese más alto que San Pedro. Desde 1999, está en vías de pactarse una especie de acuerdo bilateral entre el Estado italiano y la más importante de las organizaciones islamistas del país: la Unión de las Comunidades Islámicas de Italia (UCOII), dirigida por un cierto Nour Dachan, islamista sirio exiliado en Italia y alto dignatario de los Hermanos Musulmanes sirios. Esta “entente” prevé la asistencia religiosa musulmana en prisiones y lugares públicos escogidos por la UCOII, alimentación halal en los colegios, el velo para las mujeres en todos los lugares públicos e incluso en las fotos de los documentos de identidad, días festivos islámicos, subvenciones a las asociaciones de caridad y del culto islámico… De momento, la entente no se ha logrado a consecuencia de las rivalidades internas entre el UCOII y otras fuerzas islámicas que se disputan el monopolio de la representatividad, particularmente el centro saudí de Roma, aunque puede llegarse en breve a un acuerdo.
 
– En Suiza, al final de una larga batalla judicial, un decreto federal autoriza ya a las muchachas islamistas a llevar el velo en la fotografía de sus pasaportes, lo que hasta hace poco estaba formalmente prohibido.
 
– En Bélgica, una ley de 1974, que sitúa el culto musulmán al mismo nivel de igualdad que el de otras religiones, prevé la financiación por el Estado de la construcción de mezquitas y del sueldo de los encargados de los cultos. La ley de 1978 permite la enseñanza del islam en los colegios públicos. En Bruselas, en los barrios de Scharbeek o Saint-Josse, donde la policía ya no se aventura, los puestos de bebida están prohibidos por los islamistas que dirigen el territorio. Igualmente, el 13 de diciembre de 1998, los musulmanes de Bélgica eligieron representantes a una asamblea constituyente –único caso en Europa y en el mundo– destinada a formar un Gran Consejo Islámico, que, sobre la base de acuerdos suscritos con el gobierno, se convierta en “el interlocutor oficial del Estado”. Ahora bien, nadie ignora la orientación fundamentalista de la mayor parte de los miembros de este Consejo. De los 68 miembros de la asamblea, reconocía el 11 de febrero de 1999 un ministro belga, 25 de los elegidos están oficialmente vinculados a los fundamentalistas. De hecho, oficiosamente, se habla más bien de 45 miembros fundamentalistas.
 
– Dinamarca posee la legislación más liberal de Europa en materia de enseñanza religiosa. Seis escuelas islámicas fueron abiertas por organizaciones islamistas cercanas a los wahabíes sauditas.
 
– En los Países Bajos, un decreto del 30 de mayo de 1986 del Tribunal Supremo de este Estado confiere a los imanes el mismo estatuto legal que el concedido a los sacerdotes y a los rabinos, lo que les permite realizar funciones en el ejército, los hospitales, las prisiones... La Constitución permite a las comunidades religiosas fundar sus propias escuelas privadas, subvencionadas por el gobierno, lo que dio lugar a la creación de una veintena de escuelas islámicas. Por otra parte, se ofrece clases de educación islámica en los colegios públicos. Pero aún hay más: en 1987, el Parlamento decidió, en virtud del derecho a la igualdad de trato entre los cristianos y las otras confesiones, que la ley no podía distinguir entre la llamada a la oración lanzada desde las mezquitas y las campanas de las iglesias… Al igual que en 1989, el ministro de Interior recordó que el delito, penal en los Países Bajos, de blasfemia, se aplica también en el caso del islam. Con otras palabras, Salman Rushdie es condenable.
 
– En Inglaterra, la libertad de maniobra y de proselitismo de los fundamentalistas no encuentra prácticamente ningún límite: los principales jefes islamistas del mundo, y entre ellos el tunecino Rachid Ghannouchi, pueden expresar su odio antioccidental con toda libertad y organizar manifestaciones públicas de apoyo al GIA y llamadas al asesinato, particularmente contra Israel, los Estados Unidos y sobre todo Francia. En ciertas ciudades “musulmanas”, como Nottingham y Bradford, la sharí’a compite con la ley inglesa, en nombre del comunitarismo (comunalism) que emana de la larga tradición de poder local (paramountcy) y las diferentes leyes sobre las “razas” (Race Act) y el estatuto de las minorías etnorreligiosas.
 
Asociaciones abiertamente islamistas son las seleccionadas para dar seminarios de formación sobre el islam a los policías municipales. Se organizan y anuncian públicamente cursos de yihad en la gran mezquita de Finsbury Park. En una entrevista con el diario Times del 3 de diciembre de 1998, Omar Bakri, líder de una de las organizaciones islamistas más extremistas implantadas en Europa, Al-Mouhagiroun, confirma la existencia de tales centros. Según este islamista fanáticamente antioccidental y antisemita, están “destinadas a formar a los jóvenes islamistas en las técnicas de la yihad (…) Respecto a la mezquita del norte de Londres, organiza colectas de fondos para los combatientes islámicos de Cachemira, de Palestina, de Bosnia-Herzegovina y de Kosovo”. Omar Bakri dirige igualmente el Hizb ut-Tahrir, « Partido de la Liberación Islámica », estrechamente ligado al Hamas palestino, y es el cofundador de otra organización, los “Adeptos de la Sharí’a”. Dirigida por el imán de la mezquita del norte de Londres, Abou Hamza, el objetivo principal de esta organización es luchar contra el “poder infiel” inglés. Reconocido inválido de guerra, pues perdió un brazo y un ojo durante la guerra de Afganistán, Abou Hamza recibe regularmente el subsidio de invalidez del gobierno británico… Director del Instituto Musulmán, Kalim Saddiqui, otra figura del islamismo inglés, tras haber apoyado públicamente la sentencia de muerte contra Rushdie, creó en 1992 un “partido islámico inglés” y un “Parlamento Musulmán” preconizando la “desobediencia islámica” y reivindicando un territorio separado para los musulmanes a fin de aplicar la sharí’a. Considerado más moderado, el Director General de la Gran Mezquita de Londres advirtió recientemente a las autoridades islámicas de que los musulmanes ingleses podrían retirar su lealtad si Londres continuaba “ofendiendo los valores panislámicos”. El imán de Bradford insiste en el hecho de que el deber de todo musulmán inglés es “sustituir progresivamente los valores del Estado laico por los del islam”…
 
Tal y como puede comprobarse, estas situaciones a veces extremas, así como las diferentes concesiones arrebatadas a las sociedades de acogida por los sectores islamistas oscurantistas en nombre del “comunitarismo” y del “derecho a la diferencia”, son un claro ejemplo del retorno a una época teocrática y premoderna más que de la buena salud de las sociedades pluralistas de la Europa occidental. Contradicción flagrante: en nombre del “derecho a la diferencia”, los Estados de la Unión Europea, cuyos valores fundamentales, laicos y demócrata-liberales, están en los antípodas del holismo islamista, y conceden derechos colectivos, y regímenes de excepción a los enemigos declarados de los valores del Occidente moderno. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí ? De hecho, esta sorprendente contradicción tiene orígenes filosóficos e ideológicos, pero también psicológicos.
 
Comunitarismo, multiculturalismo y pluralismo: términos demasiado confundidos
 
Intrínsecamente ligado al tema del comunitarismo, el del multiculturalismo –y el discurso « políticamente correcto » sobre la « sociedad multicultural » que de él se deriva– es una de las armas retóricas esenciales de las esferas fundamentalistas que intentan presentar su rechazo de los valores y de las reglas de las sociedades indígenas occidentales como la simple marca del “diferencialismo”, de la “tolerancia” y, por tanto, del “pluralismo”. Pero estamos abordando aquí un problema mucho más crucial que el del pluralismo, invocado a través del multiculturalismo por aquellos que incluso rechazan categóricamente los postulados filosófico-políticos de base de las sociedades occidentales, está en realidad lejos de ser sinónimo de multiculturalismo o de comunitarismo. Ni siquiera implica forzosamente estas dos nociones cercanas pero de naturaleza distinta. El pluralismo está por esencia limitado, siendo vulnerables las “sociedades abiertas”, descritas por Karl Popper en The Open Society and its Ennemies, y fundamentadas en un conjunto de reglas y valores de base que no pueden ser cuestionados sin el riesgo de que esas mismas sociedades “abiertas” se autodestruyan abriéndose a sistemas filosóficos, religiosos y civilizaciones antagónicas, incluso hostiles, como es el caso del islam radical que rechaza toda alteridad.
 
Tal y como explica el politólogo italiano Giovanni Sartori, autor, entre otros, del libro Pluralisme, multiculturalisme et étrangers. Essai sur la societé multiethnique (2000), la paradoja reside en el hecho de que valores fundamentales de las sociedades demoliberales, pluralistas y “abiertas” –comenzando por la tolerancia y la libertad de opinión y de creencia– se aleguen y se les cambie de sentido, en el marco de una verdadera estrategia de conquista, por los responsables de organizaciones islamistas comunitaristas que, sin embargo, las rechazan categóricamente. Para Sartori, la trampa del comunitarismo se basa, pues, en una doble confusión filosófica e ideológica al fin de la cual el principio fundamental que caracteriza a las sociedades “abiertas”, el pluralismo, acaba por confundirse con el del multiculturalismo, mientras que la nación, de la que Foucault y Sartre establecieron la descalificación definitiva creando una relación consustancial entre nacionalismo y nazismo , ve propuesta como única vía de redención expiatoria su propia desaparición a través del desmembramiento comunitarista del Estado nacional de acogida. Giovanni Sartori explica que si una sociedad pluralista puede efectivamente estar en la línea de salida multicultural, como es el caso en particular de numerosas naciones democráticas occidentales que están históricamente compuestas por numerosas naciones o culturas: Austria, Gran Bretaña, Estados Unidos, etc., una sociedad multicultural y/o comunitarista no es en cambio automáticamente pluralista: la ex Unión Soviética, el Líbano, la ex Yugoslavia, Egipto, Indonesia…
 
Sartori señala a continuación que, respecto al islam y a la inmigración extraeuropea, la deslegitimización difusa del hecho nacional en beneficio de las reivindicaciones comunitarias islámicas juega más eficazmente que la mala conciencia y la culpabilidad del hombre occidental desde la segunda guerra mundial son hábilmente instrumentalizadas por las esferas islamistas. Éstas se benefician de que el debate sobre el islam y la inmigración esté falseado al haber sido reducido al altamente ideológico, pasional y mediático del “antirracismo” y de la “exclusión”, nociones también tergiversadas de sus finalidades primeras e instrumentalizads por ciertos discursos políticos.
 
Según Michèle Tribalat, el Alto Consejo para la Integración (HCI) de Francia, en su informe del 14 de diciembre sobre « El islam en la República », remitido al primer ministro, prepara la llegada del comunitarismo islamista en Francia e ilustra perfectamente la confusión filosófica y la instrumentalización ideológica que se hallan en el origen de la abdicación de las autoridades republicanas frente a las reivindicaciones islamistas. Para Michèle Tribalat, el Alto Consejo, a continuación del Consejo de Estado, cediendo en la cuestión del hiyab islámico, considerado “compatible” con la República (CE, 1989), así como en la cuestión de la alimentación halal en los colegios y los días festivos concedidos a los alumnos musulmanes con motivo de la fiesta del Aid al Kebir (informe del HCI de diciembre de 2000), anuncia la abdicación de la sociedad abierta frente a sus “enemigos”, por hablar en lenguaje popperiano. Pues en nombre de un « derecho a la diferencia » desprovisto de sus fundamentos filosóficos pluralistas, está soñando con instaurar un orden teocrático contrario al modelo pluralista de las sociedades abiertas. Como es visible, la guerra, pues se trata efectivamente de “guerra de representaciones”, se entabla también sin armas. Consciente de su debilidad numérica y del carácter intrínsecamente « hostil » y antioccidental de su sistema de creencias, las organizaciones islamistas centran lo esencial de su combate en “tierra infiel” en la retórica –como estratagema bélica (Ulises y Polifemo)– y en la subversión de los valores, si nos atenemos a la acepción que dio el profesor Roger Mucchielli del término “subversión”: apartar de su significación y de sus objetivos los valores del otro a fin de desanimarlo y disuadirlo de prevenirse contra una agresión exterior, concreta, ideológica o psicológica. En pocas palabras, desmoralizar al otro, aprovecharse de sus vulnerabilidades internas, generosidades y contradicciones, “hacerle perder el norte” por medio de la « guerra de las representaciones » y de los conceptos.
 
Como explican Michèle Tribalat y Giovanni Sartori, conceder derechos colectivos separados, verdaderas « inmunidades » territoriales, regímenes jurídicos de excpeción, a comunidades –por tanto, a grupos– en nombre de la libertad de conciencia, en principio individual, conduce no sólo a destruir el consenso filosófico-político y jurídico de base que empuja a los miembros de una misma sociedad abierta a querer “vivir juntos”, pero esto conduce igualmente a negar el derecho específico –en principio primero, en las sociedades abiertas– de los individuos en provecho de inmunidades comunitarias. “La paradoja –explica Michèle Tribalat– es que la sacralización del individuo constituye la punta de lanza de estas reivindicaciones (…) comunitaristas. Si el comunitarismo penetra en Francia, es por la coartada del derecho individual, en nombre de mi particularidad, tengo derecho a… Tengo la sensación de que asistimos a un brote identitario, en gran medida animado por las respuestas complacientes que les damos. ¡En Roubaix, ha llegado la empatía hasta el extremo de instalar un centro cultural árabo-musulmán en el interior mismo de un instituto!” .
 
De hecho, reconociendo a las esferas fundamentalistas –mayoritarias en todos los países europeos– como interlocutores comunitarios oficiales, autorizados de facto a dirigir las comunidades musulmanas y a hablar en su nombre, y concediendo a estas estructuras islamistas –en realidad muy poco representativas de las masas que piensan instrumentalizar– concesiones que se salen del derecho común, las sociedades abiertas occidentales ponen gravemente en peligro sus propios valores fundamentales: tolerancia, libertad de conciencia y religiosa, igualdad de los sexos, racionalismo crítico, laicidad, enumerados por Karl Popper y Max Weber. Estos valores, ciertamente, los alegan las mismas esferas fundamentalistas, pero son subvertidos en términos de una estrategia de conquista comunitarista y de una retórica de guerra semántica y psicológica de una eficacia social y mediática temible.

Del “gueto voluntario” al secesionismo comunitario…
 
Existe sin duda, por parte de los islamistas y de los Estados musulmanes del mundo entero, una verdadera estrategia de conquista de Europa y del planeta, a través de las minorías musulmanas surgidas de la inmigración y de la diáspora que cuentan con instrumentalizar. El objetivo es crear verdaderos enclaves jurídicos y políticos en nombre de la “libertad religiosa”, que los islamistas niegan a los no musulmanes, del “derecho a la diferencia”, y del “comunitarismo”, temas tanto más portadores que toman prestado al discurso « políticamente correcto” del multiculturalismo –inaugurado en los Estados Unidos y en Gran Bretaña en los años 70 con las políticas de “discriminación positiva” y de “acción afirmativa”– convergente con una cierta ideología “mundialista” en el ambiente que denigra el Estado-nación en nombre de la globalización.
 
No es exagerado afirmar que, en un futuro cercano, a medida que las esferas de influencia islamistas consigan reclutar nuevos militantes radicalizados en los barrios sensibles de fuerte población inmigrada, los musulmanes fundamentalistas rechacen de manera creciente la enseñanza pública oficial “impía” y exijan profesores mahometanos (exigencia que ya ha sido satisfecha en Gran Bretaña, donde algunos institutos y colegios difunden una enseñanza enteramente islámica, dejando por completo al margen los programas nacionales ingleses). La función de la integración propia del colegio tiende por otra parte a desaparecer en muchos barrios de fuerte población islámica surgida de la inmigración. Es en este contexto donde se desarrollan escuelas privadas islámicas en la mayoría de los países europeos de acogida.
 
En el interior de Europa, esta correlación de fuerzas corre el peligro de convertirse a medio plazo –y a medida que las comunidades musulmanas surgidas de la inmigración vayan agrandándose y “reislamizándose”, al contacto con los islamistas, y paralelamente al descenso continuo de la natalidad de los “europeos autóctonos”– en una “libanización” o una “balcanización” creciente de las sociedades europeas de acogida, y más particularmente de las grandes ciudades donde las poblaciones islámicas o en vías de reislamización radical, instrumentalizadas por las esferas fundamentalistas, reconstituyan progresivamente los modos de vida islámicos en el interior de verdaderos guetos voluntarios” donde la policía y la Administración nacional parecen ser cada vez más considerados estructuras “extranjeras” e “impías”.
 
“El proceso del gueto voluntario –y no de la exclusión, como algunos pretenden–, explica el geopolitólogo marxista Yves Lacoste, toma forma, particularmente en las grandes ciudades-dormitorio que habían sido concebidas en un principio para las familias francesas de clase baja y que se transforman poco a poco en enclaves musulmanes. Esto plantea un problema geopolítico sin precedentes en la historia de este viejo país de inmigración que es Francia: mientras que jamás hubo un partido polaco, portugués, italiano, etc., puede formarse hoy un partido islamista más o menos disidente. Problema que se convierte en mucho más álgido cuando una gran parte de los cuatro millones de musulmanes que viven en Francia son jurídicamente franceses” . ¿Pueden Francia y los otros Estados europeos de acogida continuar concediendo de facto a las esferas fundamentalistas un cuasi monopolio de dirección y de representación, mientras que esas esferas no esconden su primer objetivo de impedir el proceso de integración?
 

¿Pueden las “sociedades abiertas” permitirse el lujo de renunciar a no poner ningún límite al pluralismo cuando esta abdicación conduce a poner en peligro sus mismos valores fundacionales y su misma supervivencia? ¿El pluralismo y la apertura no deben tener límite alguno si el precio que se va a pagar por esta ausencia de límites conduce in fine a reducir el grado de apertura y de pluralismo? ¿El comunitarismo, permitido por las sociedades democráticas y liberales, no conllevará una labor de zapa de los fundamentos de los Estados nacionales, unidades políticas y administrativas de base de la democracia? Aquí está, a nuestro parecer, el verdadero núcleo del debate sobre el comunitarismo, la integración y el Estado, debate por otra parte que plantean al otro lado del Atlántico sociólogos progresistas como Benjamin Barber, quien recuerda que el Estado-nación es el marco natural de la democracia moderna y que el multiculturalismo comunitarista anuncia por el contrario una regresión del racionalismo político weberiano en provecho de un neotribalismo en los antípodas de toda forma de democracia. Volvemos entonces al dilema igualmente weberiano que opone ética de convicción y ética de responsabilidad. Ahora bien, la ética de responsabilidad exige estudiar racional y lúcidamente las consecuencias futuras de dinámicas difícilmente controlables, como es el caso del comunitarismo islámico.







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