Se disparan los robos con fuerza en la región. El 85% queda impune.
Fecha Domingo, 09 Julio a las 15:59:25
Tema Seguridad Ciudadana


Oleada de robos en Chamberí.

Se disparan los robos con fuerza en la región. El 85% queda impune.

De enero a septiembre del año pasado se registraron 4.910 robos con fuerza en viviendas de la Región y 9.303 en locales. Un aumento importante con respecto a ejercicios previos que en su momento la Policía achacó a «a proliferación de bandas que han hecho de estos robos su medio de vida». Otro de los elementos que influye en la comisión es su relativa impunidad: tan sólo un 15% logran finalmente ser esclarecidos. Además, los robos en viviendas y locales en los que no concurren agravantes como la violencia contra los moradores, son delitos castigados con menos de seis años de prisión, y la fiscalía no suele pedir el ingreso en la cárcel, excepto ha habido una repetición constante del delito.



El mes pasado la Policía detuvo sobre el tejado de un bloque de viviendas a un «spiderman» chileno que robaba penetrando por las azoteas ? Los vecinos del barrio se quejan de que la delincuencia se ha instalado en sus vidas

 No son tan espectaculares como los asaltos de bandas organizadas a chalets de la sierra de Madrid, pero lo cierto es que los robos en pisos dentro de la capital son una realidad igualmente alarmante. Llaman menos la atención, no requieren el mismo despliegue de medios y a menudo no implican violencia, pero basta recorrer unas cuantas manzanas de la ciudad para darse cuanta de que están por doquier.

   En el barrio de Chamberí, una zona residencial y tradicionalmente   tranquila, que durante el día bulle con el animado pulso de cualquier barrio de Madrid, tuvo lugar una animación digna del mejor thriller el pasado miércoles 7 de junio. Varios vecinos que viven en los pisos superiores de la manzana delimitada por las calles Fernández de la Hoz, Zurbano, Rafael Calvo y General Martínez Campos pudieron observar como un nutrido grupo de policías, equipados con linternas, procedían a detener un individuo en las azoteas.

   Pillado in fraganti. Resultó ser, como sospechaba la mujer que lo vio e informó a la Policía, un ladrón que acababa de robar en un piso al que había accedido a través de la terraza. Llevaba un saco en la mano donde guardaba lo robado. Por el suelo quedó desperdigado el botín.

   La Policía comprobó que se trataba de un varón de 22 años de nacionalidad chilena y que carecía de papeles. Otro hombre fue cacheado en la calle minutos después, sospechoso de ser complice en el robo. Pero por falta de pruebas concluyentes no fue detenido. No era la primera vez que el presunto ladrón usaba el mismo método. Tres bloques de la zona habían sido desvalijados previamente.

   El procedimiento fue siempre el mismo, los ladrones forzaban la entrada del portal 38 de la calle Fernández de la Hoz sin demasiado esfuerzo,«probablemente con una simple tarjeta», como comentaba el  portero de la finca. Luego subían hasta el último piso y desmontaban las cerraduras con un destornillador. Ya tenían vía libre para moverse por los tejados de la manzana.

   Y es que, no es ni mucho menos difícil pasar de una azotea a otra, con lo cual, una vez arriba, el ladrón podía pasearse a placer y buscar el objetivo más sencillo. Desde allí, saltaban a las terrazas de los pisos superiores, donde entraban para robar todo aquello que considerasen de valor y que pudiese ser acarreado con facilidad.

   Relojes y plumas caras, ropa, dinero en efectivo, cámaras de fotos o
   cubertería eran algunos de sus objetivos. Hace cuatro meses, el robo tuvo lugar en un piso del número 40. Hace dos, un inmueble en el 15 de Rafael Calvo. «Salieron por esta misma puerta», cuenta el portero de la finca. Espoleados quizá por lo sencillo del método, decidieron intentarlo de nuevo en el sexto piso del número 36 de Fernández de la Hoz. Esta vez, por suerte, no funcionó, y la reacción de la Policía fue rapidísima y contundente. «La empleada de la aseguradora me ha dicho que es la segunda vez en su historia de trabajo en el que alguien consigue recuperar lo robado», comenta con humor el propietario del piso.

   «Duermo con las ventanas cerradas». Él no se encontraba en casa en el momento del robo, pero apunta que «el ladrón no podía saberlo». Ahora, sus hábitos vitales se han modificado sutil pero perceptiblemente. «Muchas noches de verano dormía con las cristaleras de la terraza abiertas. Ahora las dejo cerradas y he instalado una alarma de 600 euros. Los de las alarmas si que deben estar haciendo negocio».
   
Y es que los tres casos de Fernández de la Hoz son llamativos, pero el robo en inmuebles está generalizado en la zona. En la misma manzana, un cuarto local, perteneciente, según los vecinos a una notaría, fue recientemente desvalijado. En la contigua, tres oficinas comerciales fueron saqueadas durante la Semana Santa, una época, por otro lado, especialmente propensa para el robo ya que muchas casas quedan deshabitadas. En este caso, y como ocurre también en la época estival, los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado siempre da una serie de consejos especiales, como cerrar adecuadamente las puertas y ventanas que dan a patios traseros.

   Gente mayor y oficinas. Y así se puede seguir de bloque en bloque. Haciendo un interminable recorrido por el robo a pequeña escala que nos llevaría de punta a punta del barrio y nos permitiría pasar a los vecindarios cercanos, como el lujoso barrio de Salamanca, con el que limita, separados por el tajo de la Castellana. Una realidad de la que muchos vecinos no son plenamente conscientes. «Este es un barrio donde vive mucha gente mayor y hay muchas oficina», apunta otro portero de la zona.«A partir de cierta hora esto se queda completamente vacío».

   El escenario perfecto para operar con tranquilidad. En el caso de las oficinas no fueron las azoteas, sino un jardín interior, el que permitió a los ladrones tener acceso a las traseras de las viviendas. Presas demasiado fáciles y apetitosas para ladrones que ni siquiera son demasiado profesionales. El chileno detenido, por ejemplo, ni tan siquiera había usado guantes mientras efectuaba los robos, y sus huellas se encontraban repartidas por toda la casa.

   «No es que el barrio se haya convertido en un lugar inseguro. Puedes ir por la calle con total tranquilidad, pero si que estamos un poco preocupados por este aumento de robos», remacha el portero, que afirma que también han aumentado los pequeños hurtos a niños del vecindario: «Les roban el móvil y la calderilla que lleven encima. Pero eso pasa en todas partes».

   «Me hicieron la jugada». Un colega de unos bloques cercanos, confirma que los pisos no son los únicos objetivos: «En nuestro garaje han robado varias veces. Tuvimos que poner cámaras», explica. «Y a mi mismo me hicieron la jugada una vez. Dos me distrajeron preguntándome direcciones mientras otro entraba en mi cabina y se llevaba la documentación y las tarjetas».

   Pero hay quien lo ve con más tremendismo: «Ya no podemos ni dormir tranquilos», se queja Lorenza, una mujer que vive en un sexto y fue testigo de la detención del ladrón. «Oí unos ruidos, miré por la ventana que da a las azoteas y vi todo el movimiento. Muchos policías con linternas. Imagínate el susto». Para ella, las cosas van «cada vez peor», y cuenta una serie de casos recientes que fomentan la sensación de inseguridad. «Hace poco atracaron a una señora, que acababa de sacar 3.000 euros de un cajero que está aquí», dice señalando una esquina cercana, justo al lado de la comisaría del distrito que, por lo visto, no sirve ya para disuadir a los ladrones. «Y el otro día quemaron varias motos en un portal. Todavía puedes ver los restos de lo ocurrido», aseguró.

   De enero a septiembre del año pasado se registraron 4.910 robos con fuerza en viviendas de la Región y 9.303 en locales. Un aumento importante con respecto a ejercicios previos que en su momento la Policía achacó a «a proliferación de bandas que han hecho de estos robos su medio de vida». Otro de los elementos que influye en la comisión es su relativa impunidad: tan sólo un 15% logran finalmente ser esclarecidos. Además, los robos en viviendas y locales en los que no concurren agravantes como la violencia contra los moradores, son delitos castigados con menos de seis años de prisión, y la fiscalía no suele pedir el ingreso en la cárcel, excepto ha habido una repetición constante del delito.






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