Barrios marginales de Madrid, el «Ventorro de la puñalá»
Fecha Domingo, 19 Marzo a las 09:27:18
Tema Seguridad Ciudadana


Barrios marginales de Madrid, el «Ventorro de la puñalá»

Lo tienen a tiro de piedra, pero la mayoría de los vecinos de Getafe no saben ni siquiera de la existencia del Ventorro de la Puñalá, y los que sí lo conocen recomiendan a quien les escuche que no se acerquen por allí. En el poblado, situado en el término municipal de Madrid, pero más cerca, en realidad, de tierras getafenses, hay decenas de infraviviendas que se agolpan entre la carretera y el río. En las calles se ven bolsas de basura que ningún camión vendrá a recoger y niños descalzos y de rostros sucios que corren alrededor de coches desguazados. Ni siquiera hay alumbrado público, explica un vecino a este periódico, que ayer pasó allí la mañana: «Pusieron un par de farolas, pero desde hace años no hay bombillas». Y tampoco conocen aquí el pavimento y las aceras.



De hecho, hasta no hace mucho en los inviernos el barro cubría las piernas de cualquiera que intentara pasear por el Ventorro. Hasta que los habitantes del poblado decidieron construir sus propias calles: «Sabíamos que nadie lo iba a hacer por nosotros, así que contratamos camiones que venían por la noche cargados de cemento y lo echábamos al suelo. Nosotros lo pagamos y lo extendimos», relata una de las vecinas.

   Casas hechas con parches. Con las casas siguieron el mismo método, edificando «según se podía» y «poniendo parches». Cuando llegan las lluvias, las goteras empiezan por una esquina y llegan hasta la otra de la casa. «En vez de pared, lo que tengo es una humedad entera que lo cubre todo», aseguró uno de ellos.
  
 A pesar de vivir dentro del término municipal de Madrid, el núcleo urbano más cercano es el barrio de Perales del Río, que pertenece a Getafe. Las cerca de 300 personas que residen en El Ventorro de la Puñalá reciben todos los servicios del Consistorio getafense. Los 70 niños que se encuentran en esta barriada se trasladan hasta esta localidad para recibir clase y si alguno de ellos o sus familiares se ponen enfermos también reciben tratamiento en Getafe. Incluso aseguran sentirse más vecinos de este municipio que de la capital: «Desde Madrid no hemos recibido nada. Sólo se acuerdan de nosotros cuando tienes que pagar el numerito del coche o cualquier otro impuesto», afirmó Julián, uno de los veteranos de mil batallas que lleva ya más de 20 años en esta barriada.

   Julián explica que en el Ventorro, aunque parezca lo contrario, también las cosas siguen un cierto orden. Por ejemplo, las viviendas son legales. Están escrituradas y el suelo se vende y se alquila como si se tratara de un barrio cualquiera. A Julián, de hecho, no le alcanza para ser propietario, así que cada mes paga un alquiler de noventa euros. Pero el año pasado casi se le cae el techo encima: «No estamos de ilegales, unos tienen sus escrituras y otros sus contratos. El año pasado el tejado de mi casa se venía abajo y denuncie al casero para que lo arreglara. Fuimos a juicio y perdí, así que me tocó pagar 3.000 euros para poder seguir viviendo en mi casa. Cuando empecé pagaba unos cuarenta euros y ahora son más del doble».

   Desde el Ayuntamiento de Getafe se planteó hace tres años una permuta de suelo al Consistorio madrileño para conseguir que estas familias pasarán a formar parte de la localidad. Luego de eso se les iba a censar y después a buscar un piso de realojo para ellos. Algo más digno. Pero aquello quedó sólo en palabras.

   Ahora, los getafenses vuelven a instar a la capital: «Con este cambio de terrenos Madrid conseguiría tener una salida al río Manzanares y nosotros podría actuar en El Ventorro para regularizar la situación de las decenas de personas que viven aquí».

   Explican que preocupa especialmente «la situación de los niños; no podemos permitir que, solo por nacer en esta zona, no tengan las mismas oportunidades que aquellos que viven a pocos metros de distancia, en Perales del Río», explica Santos Vázquez, máximo responsable del Urbanismo en Getafe.

   Una diferencia que llega a ser incluso visible cuando se fija la vista al final de la barriada. En el lado del río que pertenece a Madrid se acumulan basura, restos de coches y colchones abiertos; al otro lado, el de Getafe, se ve una amplia zona de césped y casas unifamiliares.

   Nicanor, el enlace con el mundo. Uno de los principales defensores de la causa de estos desheredados es Nicanor Breceño, presidente de la asociación de vecinos de Perales del Río y uno de sus enlaces con el resto del mundo. Conoce por su nombre a todas las personas que viven en el Ventorro, y pide para ellas una solución definitiva. «Con la permuta de suelo todos saldrían ganando. Hace un tiempo que se presentó una propuesta más ambiciosa, pero ahora estamos hablando de una zona más pequeña que daría a Villaverde unos terrenos junto al río Manzanares, donde está construyendo ahora, y a Getafe le permitiría normalizar esto, que hace mucha falta».

   La única explicación de que el cambio en la titularidad del suelo no se lleve a cabo es, a su juicio, «un comportamiento partidista por parte del Ayuntamiento de Madrid. Si quisieran los terrenos para algo, ya los habrían ocupado; y si quisieran dar cobertura a estas personas, también lo habrían hecho. Como no ha pasado ni una cosa ni la otra, no se entiende la razón de que no se haya hecho cargo de la situación».

   Este periódico ha tratado en vano de ponerse en contacto con el Ayuntamiento de Madrid o con la Concejalía del distrito de Villaverde. Sin embargo, hace poco más de un año, el edil responsable del barrio, Carlos Izquierdo, se apresuró a informar de que la permuta de terrenos se encontraba en trámites y que se realizaría enseguida. Desde entonces los vecinos todavía esperan que se haga realidad. Y aunque hay algunos que preferirían quedarse, «porque ahí está su vida», la mayoría se impacienta: «Tengo muchas ganas de salir de este barrio y poder vivir en otro sitio en el que no tenga que escaparme hasta dos kilómetros más allá para comprar el pan», dice una vecina; y mientras cuenta eso, aparece de fondo otra mujer cargada con el carro de la compra que camina a paso cadencioso, acostrumbrada al fastidio de tener que peregrinar cuando se necesita cualquier cosa.
 






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