Rotterdam Habitable, partido dominante en el Ayuntamiento pide inmigración cero
Fecha Martes, 24 Enero a las 10:29:31
Tema Puerta de Europa


Considerada tradicionalmente una nación de principios liberales, ahora pretende deportar a 26.000 solicitantes de asilo ante el temor de que los inmigrantes supongan una amenaza para la cultura holandesa.

Barry Madlener, miembro de Rotterdam Habitable, el partido político dominante en el Ayuntamiento, no se avergüenza por pensar de ese modo.“En Europa hemos sido políticamente correctos,” dice. “Pero ahora nos sentimos ansiosos y perplejos por los extranjeros que vienen y no quieren seguir un estilo de vida occidenta. Queremos que el Gobierno anuncie que, como nación, sólo podemos hacernos cargo de un número limitado de inmigrantes. Queremos un crecimiento cero de la inmigración”.

Artículo relaccionado. Leefbaar Rotterdam, comunica la aparición de Iniciativa Habitable en el panorama político a la prensa holandesa y ofrece su apoyo a nuestra formación.



Considerada tradicionalmente una nación de principios liberales, ahora pretende deportar a 26.000 solicitantes de asilo ante el temor de que los inmigrantes supongan una amenaza para la cultura holandesa

El mundo vive en la calle West Kruiskade: los carniceros turcos se ponen delantales limpios cada mañana, las trenzas de los rastafari vuelan agitadas por la brisa y las cocinas chinas expiden vapores humeantes que se desvanecen entre aromas de especias africanas y pescados salados.

Luego llega la noche. Las persianas de los escaparates se cierran a cal y canto. Los chicos del falafel guardan su pan de pita y chicas con pañuelos en la cabeza se dirigen a sus casas entre las relucientes luces de neón. Es la hora de los yonquis, los rateros y los hombres de piel oscura con sonrisa de plata. La noche preocupa a los holandeses.
Considerada tradicionalmente como una de las sociedades más tolerantes de Europa, en los Países Bajos de hoy se mira con malos ojos a los inmigrantes. En una actuación condenada por los grupos de derechos humanos, el Parlamento de la nación votó en febrero la deportación de 26.000 extranjeros que habían solicitado, sin conseguirlo, asilo político. La decisión pone de manifiesto los temores -ampliados por el atentado de Madrid en marzo- que el país esté fracasando en su política de integración y que las comunidades de inmigrantes amenazan a la cultura holandesa.

Barry Madlener, miembro de Rotterdam Habitable, el partido político dominante en el Ayuntamiento, no se avergüenza por pensar de ese modo.

“En Europa hemos sido políticamente correctos,” dice. “Pero ahora nos sentimos ansiosos y perplejos por los extranjeros que vienen y no quieren seguir un estilo de vida occidenta. Queremos que el Gobierno anuncie que, como nación, sólo podemos hacernos cargo de un número limitado de inmigrantes. Queremos un crecimiento cero de la inmigración”.
 
Europa en miniatura

Esta ruidosa ciudad portuaria junto al río Rotte es un estudio sobre inmigración europea. Un tercio de los 600.000 habitantes de Rotterdam son inmigrantes sin apenas educación y con escaso dominio de la lengua holandesa. Si la tendencia continúa, según un estudio del Gobierno de la ciudad, la comunidad no nativa habrá crecido alrededor de un 58 por ciento en 2017, un dramático cambio demográfico en un país donde hace medio siglo había muy pocos extranjeros.

De joven, Kanton boxeaba en las calles, entre graznidos de gaviotas y ladrillos grises.
 Los Kanton poseen ahora cinco tiendas de equipo de boxeo -llamadas Hércules- en los Países Bajos. Kanton, de 45 años, es un corpulento peso medio con mechones de canas en el pelo. Habla holandés, alemán e inglés; entiende el turco.

Uno necesita este tipo de conocimientos para navegar por las sintaxis de la West Kruiskade, que es tanto una narrativa de culturas cambiantes como una calle.

“Hay chinos, marroquíes, portugueses”, comenta, mientras camina hacia el cartel de la pared que anuncia un evento pugilístico. “Mira estos boxeadores. Turcos. Yugoslavos. Surinameños. Todos vienen a esta calle. Los alquileres son baratos y al pasar de los años ves el ir y venir de las distintas nacionalidades”.

“Cuando vine, los inmigrantes eran casi todos de Italia y España”, afirma. “Pero ahora vienen de países muy distintos y eso supone un cambio”.

En la década de los 60 y 70 los trabajadores extranjeros eran bien recibidos en los Países Bajos. Y los holandeses, orgullosos defensores de los derechos humanos, aceptaron a decenas de miles de refugiados y solicitantes de asilo que habían escapado de guerras y conflictos en Iraq, Bosnia-Herzegovina, Kosovo, África y Afganistán. Miles de solicitudes de asilo fueron rechazadas durante estos años, pero el gobierno holandés no tenía una política clara de repatriación. La nueva ley sobre asilo -combatida por las iglesias del país- permitirá la deportación de 26.000 personas en los próximos tres años.


Asilo y realidad

El dilema sobre el destino de los solicitantes de asilo como Mohammed coincide con el aumento del desempleo y el crimen en las comunidades inmigrantes. Los criminales de origen foráneo componen el 55 por ciento de la población carcelaria del país. La tasa de desempleo entre inmigrantes no occidentales es del 14 por ciento, en comparación con el 4 por ciento de la población nativa holandesa. El paro entre los marroquíes y los turcos, dos de las minorías más numerosas, pasó desde una media de un desempleado por cada 11 trabajadores en 2001 a uno por cada seis en 2003.
 
La ansiedad con respecto a los inmigrantes, que encontró su voz en Pim Fortuyn, un político populista cuyos eslóganes, “Normas y principios” y “Holanda está llena”, tuvieron su eco entre los votantes holandeses. Fortuyn fue asesinado antes de las elecciones de 2002, pero su filosofía sigue resonando en Rotterdam Habitable, que el año pasado apoyó una ley municipal por la cual los nuevos inmigrantes deberán ganar al menos un 20 por ciento por encima del salario mínimo para poder recibir un permiso de residencia.
 
“Tenemos que ser selectivos con respecto a quién dejamos entrar en los Países Bajos”, dice Madlener, que tiene una novia croata. “Somos el único partido que se atreve a decir esto. Las mujeres musulmanas tapadas con pañuelos no hablan con los hombres blancos. La tercera generación de inmigrantes no se mezcla con los demás y ésa es una señal de que no se integran. Tienen sus propias mezquitas, escuelas, carniceros y demás cosas. No se adaptan a la sociedad occidental. No creen en ella, pero a pesar de todo vienen aquí”.

Radicalizados

“Hay una mezcla explosiva”, indica Harchaoui. “La segunda y tercera generación de inmigrantes habían conseguido integrarse poco a poco, pero ahora todo va más lento y los niños están volviendo a sus orígenes étnicos. Existe el peligro de que los jóvenes se radicalicen. Un día se producirá un levantamiento”.

 Un hombre africano entra corriendo para llamar a su país. Una mujer de Moldavia pide línea. Kallah lo registra en su ordenador.“Cuando era niño, las ancianas señoras holandesas solían acariciarme el pelo y darme caramelos”, afirma. “Ahora, cuando me ven, se aseguran el bolso con doble nudo alrededor del brazo”.







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