'No damos abasto. Cada vez hay más gente que lo está pasando mal, con muchas necesidades. Por ello, la demanda a nuestro almacén ha aumentado muchísimo, entre un 10 y un 15%'. Eso dicen Vicente López y Rafael Pavón, director general y responsable del almacén del Banco de Alimentos de Madrid, respectivamente. Se trata de una entidad benéfica sin ánimo de lucro, cuyo objetivo es la obtención gratuita de alimentos de todo tipo que, posteriormente, distribuyen a entidades benéficas encargadas de la población más vulnerable de la comunidad.
Los productos son consumidos por ancianos, discapacitados, menores desvalidos, familias marginadas o con escasos recursos, toxicómanos en fase de recuperación, enfermos de sida, etc.. ¿Dónde? En los centros de día, residencias, guarderías, u hogares de acogida, entre otros.
El pasado año fueron 700 asociaciones las que se beneficiaron de los 10,3 millones de productos facilitados por el Banco de Alimentos, que dieron de comer a un total de 174.171 almas, según los datos de esta entidad, que forma parte de una cadena solidaria que lleva 14 años funcionando, gracias a la labor de noventa voluntarios, en su mayoría varones jubilados de entre 67-68 años.
Millones y millones de kilos
Este año, en plena crisis económica, el número de personas que están consumiendo los productos donados a este banco serán muchos más. No en vano, solo en los primeros nueve meses se han facilitado ya siete millones de artículos, frente a los 10 millones de todo 2007.
Y, ello, a pesar de que las entidades que acuden a por su mercancía siguen siendo las mismas, las 700 de 2007, lo que sucede es que acuden más a menudo a por género. 'No podemos dar cabida a más asociaciones porque entonces serían más para repartir y tocarían a menos', explica López.
Es viernes y en el almacén central del Banco no falta clientela. Antes era el único día de la semana que no atendían a los consumidores, pero el aumento de la demanda motivada por la recesión económica les ha llevado a tomar esa decisión. 'Cada día atendemos una media de entre 20-25 ONG —frente a las 10-15 de hace un año— que cargan en sus furgonetas los productos de los que disponemos', explica Pavón.
Todos esos vehículos dan salida, cada jornada, a una media de 40 toneladas de mercancía, entre la sede central y la nave situada en Mercamadrid que reúne productos perecederos —frutas, verduras y hortalizas—. Dicha cifra, a pesar de lo que pueda parecer, 'ni siquiera cubre el 10% de las necesidades de los beneficiarios', subraya López.
Los efectos de la crisis hacen que la demanda se haya disparado y los comedores sociales, evangélicos, asociaciones de mujeres maltratadas y parroquias de Cáritas, que ofrecen un plato de comida caliente a quien más lo necesita, se las ven y se las desean para cubrir todas las solicitudes.
'Algunos se quedan sin comer'
Sor Carmen, de las Siervas de Jesús, trabaja en el comedor social Santa Josefa, enclavado en la calle de Encarnación González, en el distrito de Puente de Vallecas. Ella ha acudido a recoger congelados, fruta y caldo de carne y explica los quebraderos de cabeza por los que está atravesando ante la actual coyuntura económica. Cada día alimentan a 120 personas, distribuidas en dos turnos. Cuando salen, no se van con las manos vacías. En una bolsa les dan lo poco que tienen: unas galletas, algo de fruta o un yogur que les sirva para engañar el estómago el resto del día.
Sor Carmen recalca el incremento del 50% de las familias atendidas por ellos en el barrio. También son jóvenes, desempleados y con hijos. 'No acuden a nuestras instalaciones pero les damos lo que preparamos cada día y se lo llevan a casa'.
En voz alta, expresa su preocupación: 'Lo peor es que todos los días se queda gente en la calle a la que no podemos atender por falta de recursos, la mayoría, inmigrantes jóvenes. Nunca nos había pasado, pero ahora, con tanto paro como hay, sí. Unos días son 40, otros 50... Es muy doloroso dejarles así'. Ayudada por un colaborador, introducen los productos en la pequeña furgoneta, hasta que ya no cabe ni un alfiler. 'Vengo una vez cada semana. Con lo que obtenemos aquí nos da para preparar el primer plato'. Para el resto del menú se las ingenian como pueden y a menudo, se ven obligados a recurrir a su congregación religiosa para pedir fondos.
En esta gigantesca nave central, con una capacidad total de almacenamiento de 900 palés que suponen 500 toneladas en total, la organización es la norma. De ello se encarga la tropa de voluntarios —más cinco contratados—, que están detrás de todo el proceso que permite al Banco de Alimentos funcionar y prestar servicio a quienes más lo necesitan. Buscan proveedores, gestionan las donaciones, las clasifican, ordenan, colocan, supervisan a las entidades beneficiarias,... Cada centro autorizado tiene una ficha en la que figura su actividad, número y el perfil de los usuarios. En base a ello, se establecen sus necesidades.
Pedidos mensuales y extras
El pedido normal o básico lo realizan todas y cada una de las entidades una vez al mes. Como no suelen tener suficiente, si necesitan hacer encargos extras, pueden acudir, previo aviso. La mayoría, como sor Carmen, acuden un día a la semana, además del que le corresponde por turno. En éste procuran reservarles los artículos y cantidades asignadas. 'Lácteos, agua, caldos, leche, conservas...'. Para el extra se sirven de los productos disponibles o que necesiten una salida rápida. El viernes, además de sopa eran artículos frescos: peras, plátanos y bandejas de patatas y hortalizas que volaron en un santiamén. 'Aquí no se puede elegir. Te tienes que apañar con lo que hay', dice sor Carmen, con su carga de 300 kilos en el maletero. 'Nunca sabes qué les vamos a dar. Les damos lo que recibimos', explica Pavón.
¿Les ha faltado género alguna vez? 'A veces hemos andado justitos, pero siempre hemos tenido. La oferta no se ha resentido por ahora. Pero como sigan las vacas flacas ya veremos lo que pasa', explica el encargado de la gigantesca nave, situada en la carretera de Colmenar, en un edificio cedido por la Comunidad de Madrid del colegio San Fernando. 'Casi nunca tenemos legumbres, pasta o aceite. Por eso, hacemos las campañas de las “operaciones Kilo” en las grandes superficies', indica López, director general del almacén. Y la carne y el pescado son otra excepción. En abundancia hay refrescos, zumos, agua y chocolate.
En perfecto estado
En este lugar mueven dos tercios de los alimentos y en la nave de Mercamadrid, el otro. Más de la mitad de los productos los obtienen a través de la gestión directa en las empresas que dan sus excedentes. El resto, son donaciones que reciben de industrias agroalimentarias. Desde hace dos años obtienen otra parte de la UE a través del Fega (Fondo Español de Garantía Agraria), que tiene los días contados.
Los productos están en perfecto estado. 'La mayoría son excedentes que las fábricas no pueden almacenar porque habitualmente carecen de un lugar para ello y tendrían que alquilar una nave. Como no pueden parar la producción ahorran lo que destruirían y hacen una buena labor'.
La cadena humana del Banco de Alimentos hace todo lo posible para que les lleven al almacén la mercancía los propios donantes, dado que apenas disponen de vehículos, o lo gestionan con empresas de transporte con las que tienen convenios. Así funciona este engranaje solidario basado en la generosidad desde el primero hasta el último eslabón. |