Ni los peores augurios presagiaban una situación tan complicada para el sector del automóvil como la actual. El panorama no deja de complicarse día a día.

 

A la permanente y espectacular bajada de ventas registrada en el mercado nacional, viene a unirse la que están sufriendo el resto de los países europeos, con el consiguiente perjuicio para las fábricas instaladas en España, que exportan el 85% de los coches que producen. De hecho, estas plantas acumulan un retroceso de producción de casi un 5% en lo que va de año.

 

Lo peor de esta situación son los continuos ajustes de plantilla y ERE que están afectando de forma importante a un número cada vez mayor de trabajadores. Los datos, según el sindicato USO, no pueden ser más demoledores. Según esta organización obrera, los recortes podrían afectar en los próximos meses a cerca de 40.000 empleos si se tiene en cuenta además de a las factorías a la industria de los componentes.

 

Con todo, lo que más preocupa a la hora de encarar el futuro es cómo hacerle frente al fantasma de la deslocalización. Ya saben, desviar la producción a países en los que los gobiernos ofrecen más ventajas, existen menos costes y, además, tienen más capacidad de consumo. Está demostrado que la industria del automóvil, en su poco más del siglo de existencia, siempre ha sabido cómo actuar cuando se trata de buscar las mejores oportunidades para seguir adelante. Por eso, y dejando atrás la excesiva lentitud con la que hasta ahora ha actuado nuestro Gobierno, resulta imprescindible tomar medidas urgentes y buscar más apoyos de todos los agentes implicados si la meta es mantener vivo este sector que, no olvidemos, representa cerca del 6% del PIB de España y emplea nada menos que al 9% de la población activa de nuestro país.

 

Sólo el tiempo, y no mucho, dirá qué países han gestionado mejor o peor esta crisis global. Mientras, el paro sigue en aumento y los trabajadores, a día de hoy, desconocen qué será de su puesto de trabajo mañana.