Informes: Los ataques y la represion violenta contra los no-musulmanes se recrudece en tod
Islam

Informe. Los ataques y la represion violenta contra los no-musulmanes se recrudece en todo el mundo. Los ataques de integristas contra miembros de la Iglesia se recrudecen tras la «guerra de las viñetas». La «sharia» ya se extiende por África, Asia y Oriente Medio.  Poseer una Biblia o evangelizar está perseguido en países como Arabia o Marruecos.

Y tambien: Conocer la realidad de Marruecos; no-musulmanes «amordazados» por la ley. Evangelizar a la población magrebí está prohibido y castigado con penas de cárcel en un país cuya religión de Estado es el islam.



Nada tienen que ver los cristianos en el asunto de la «guerra de las viñetas». Sin embargo, en países como Nigeria o Paquistán ellos han sido los primeros en sufrir las consecuencias de la ira islamista. Templos arrasados, fieles agredidos o imágenes vejadas son el resultado de las represalias por las representaciones de Mahoma en varios diarios europeos. Unos incidentes que no pasarían de ser un hecho aislado de no ser porque el acoso y la persecución a los seguidores de Jesús se da cada vez con más frecuencia en
un creciente número de países musulmanes. Y no se trata sólo de naciones como Irán o Arabia Saudí, donde desde hace años profesar otro credo que no sea el islam -en su interpretación más extremista, la de la corriente
wahabí- está penado con la cárcel, la tortura o incluso la muerte.

El auge de la «sharia», la ley musulmana basada en una visión radical del Corán, ya ha arrivado a otras regiones de Asia, África y Oriente Medio, y gana adeptos en naciones tradicionalmente moderadas. Según los analistas, la cuestión de las caricaturas de Mahoma es sólo la punta del iceberg: católicos, ortodoxos y protestantes son cercados en Indonesia, Malasia, Pakistán, Kenia, Egipto, Sudán, Uganda, Palestina, Siria, Afganistán, Senegal o Guinea. Entre otros.

Y la razón es la misma: ser fieles a su fe en Cristo.   Una cuestión «alarmante». Los informes internacionales que alertan sobre la falta de libertad de culto en estos países se multiplican. Uno de los últimos ha sido el elaborado por el Centro de Libertad Religiosa en el Mundo, con sede en Washington. En sus páginas se define como «alarmante» la expansión de la «sharia», por las consecuencias que su aplicación puede llegar a tener (y de hecho tiene ya) para la población cristiana local.

Según detalla el presidente del Consejo Directivo del prestigioso centro, Paul Marshall, esta ley islámica está basada en «la interpretación literal y extremista del islam, y pretende imponer una única versión de los textos coránicos, los dichos del profeta Mahoma y la vida de sus primeros seguidores». Y exige una observancia escrupulosa del Corán en todos los ámbitos de la vida: la doctrina religiosa, las cuestiones juridico-sociales y el sistema político. De ahí que aquellos que no comulgen con esta visión sean perseguidos y acosados. Algo que hace de los cristianos, y especialmente los misioneros repartidos por el mundo con el fin de evangelizar, un blanco perfecto.


   Este informe señala en el mapa los países donde la «sharia» ya está asentada, con grave peligro para los cristianos. El epicentro se encuentra en Arabia Saudí, Irán y Siria. Desde allí, la interpretación wahabita del Coran extiende sus brazos a diestra y siniestra: Irak, Afganistán y Pakistán en Medio Oriente; Indonesia y Malasia en el sudeste asiático; Sudán, Argelia, Nigeria, Niger, Uganda, Senegal, Eritrea, Guinea y «el cuerno de África» (Somalia, Etiopía y Kenia») en el continente negro.


   Otros puntos rojos del mapa donde, según el informe del Centro de Libertad Religiosa en el Mundo, comienza a echar raíces el islamismo son las ex-repúblicas soviéticas de Turkmenistán y Uzbekistán, y Bangladesh -país al que está llegando por la influencia directa de los imanes indonesios y malasios-. La sorpresa llega al comprobar que cuatro naciones con notables contactos occidentales y tradicionalmente moderadas están siendo conquistadas por los líderes musulmanes afines al extremismo: Palestina, Egipto, Turquía y Marruecos. Hoy, su población cristiana local (para los turistas no hay aparente persecución) observa preocupada cómo su libertad se ve cada día más restringida.


Irán. Desde que en los años 70 triunfó la opción radical del ayatolá Jomeini, los cristianos no son bien recibidos en Irán. De hecho, es junto con Arabia Saudí el mayor foco de wahabismo del mundo y persigue a quienes evangelizan con penas de cárcel o muerte, tal como ha denunciado el nuncio apostólico en Teherán, monseñor Angelo Mottola, a Ayuda a la Iglesia Necesitada (una ONG dependiente del Vaticano). Los cristianos de rito armenio y sirio-caldeo son obligados a apostatar. Si no lo hacen, su suerte está echada. Un ejemplo: el pasado 15 de enero el pastor protestante Khosroo Yusefi fue asesinado por negarse a dejar de evangelizar.


Irak. Los cristianos irakíes son poco más del 3 por ciento de la población. O lo que es lo mismo, un pequeño ratón para los wahabistas en la ratonera caótica del país. Las cifras así lo señalan, con 88 víctimas del islamismo radical desde 2003. Además, sus negocios -normalmente dedicados a la venta de alcohol pues ningún musulmán puede trabajar en esta tarea- son atacados con bombas incendiarias o saqueados. Y el futuro no parece prometedor: los obispos irakíes han alertado al Papa sobre su temor a que la Constitución post-Sadam consagre la «sharia» como principio legislativo básico.


Pakistán. La «guerra de las viñetas» se saldó con dos templos cristianos saqueados, una decena de fieles apaleados y una población cristiana cada vez más atemorizada por la influencia de los clérigos iraníes y afganos en las mezquitas del país. Los misioneros católicos ya han dado la voz de alarma ante la «Ley de la blasfemia», considerada como «abusiva, injusta y discriminatoria» por la Comisión Nacional Justicia y Paz. En sus cárceles ya hay un centenar de cristianos acusados por esta ley, que condena a cadena perpetua las ofensas al Coran y con pena de muerte a todos los que insulten «directa o indirectamente el sagrado nombre del Profeta». En el último año se han registrado más de 50 ataques a católicos sólo por su fe, con más de veinte muertos.


Tierra Santa. La victoria electoral de Hamas en las pasadas elecciones ha sembrado de desconcierto a los fieles que aún residen en la tierra que vio nacer al cristianismo. La sospecha de que la «sharia» se asiente también en Palestina son más que fundadas. De hecho, la población cristiana se ha visto diezmada en los últimos años a causa de las presiones de los grupos más radicales. El barrio cristiano de Jerusalén está hoy habitado por musulmanes, y si hace 35 años uno de cada cinco habitántes árabes en Palestina era cristiano, hoy son uno de cada 50. Según los custodios franciscanos de los Santos Lugares de Belén, los católicos han sufrido 93 agresiones en 4 años. En 2002, dos hermanas fueron falsamente acusadas de prostitución y torturadas antes de ser asesinadas sólo por ser fieles al Evangelio.


Etiopía, Somalia y Kenia. El llamado «cuerno de África» es un objetivo prioritario para los wahabíes. Su proximidad con Arabia Saudí ha abierto la puerta a los radicales que ven en esos tres países las puertas al continente africano: acceso al norte por Egipto y a los países subsaharianos por Sudán. Riad, la capital saud, ha financiado la construcción de las mezquitas y escuelas coránicas de Etiopía. Desde allí han llegado clérigos hasta Nigeria, donde los cristianos han sufrido 15 ataques en el último año. Keniatas y somalíes aceptan la «sharia» en su sistema social, y los sospechosos de evangelizar son expulsados de las aldeas o torturados bajo falsas acusaciones.


   Así, no es extraño que los cristianos de ciertas zonas del mundo se sientan «acechados» por un islamismo depredador: la «sharia»   El continente negro es, sin duda, el más olvidado. Los conflictos bélicos alimentados por las guerrillas tribales, el hambre, la explotación, las enfermedades y el analfabetismo golpean sus territorios ante la indiferencia de occidente. De esto se aprovecha el integrismo wahabista para extender la «sharia» a través de inversiones millonarias en mezquitas, escuelas y otros centros. El «Programa saudita para el desarrollo» ha canalizado 2.000 millones de dólares en 20 años en Nigeria, Kenia, Chad, Camerún, e incluso países reacios al extremismo como Senegal, Sudáfrica o Malawi. Y estas inversiones están dando sus frutos: en Nigeria, donde durante años han convivido el sufismo, el animismo y el cristianismo, ahora los no musulmanes son perseguidos duramente. En Etiopía, las nuevas generaciones educadas en las «madrasas» financiadas por Riad hostigan a los misioneros católicos que los han alimentado en su niñez. Y la «sharia» sigue ganando terreno.

 Conocer la realidad de Marruecos; no-musulmanes «amordazados» por la ley

El temor y el secretismo es una constante en Marruecos. Los cristianos presentes en la zona miden al milímetro cada palabra que dirigen a un desconocido para que nada pueda comprometerles directamente ante las autoridades. «Marruecos es como un pueblo, todo se sabe», subrayan algunos de ellos, y además la Policía sigue el rastro de todas sus actuaciones por si se produce cualquier acto sospechoso de proselitismo.

El artículo 6 de la Constitución de Marruecos proclama que «el islam es la religión del Estado que garantiza a todos el libre ejercicio de los cultos». Sin embargo, la predicación a magrebíes es ilegal, por lo que cualquier acción encaminada a alejar a un musulmán de su religión puede ser condenada de 3 a 6 meses de cárcel, según el artículo 220 del Código Penal.

«No hay libertad religiosa, no se permite que un marroquí sea de una religión distinta a la musulmana», explica un católico que prefiere mantener
su anonimato. Por tanto, esta libertad religiosa que supuestamente garantiza la Constitución es tan sólo aparente ya que en el país impera una «mordaza» que obstruye por completo una labor de evangelización abierta por parte de la minoría cristiana.

   Así, el culto no musulmán sólo está permitido a la población extranjera y en el caso de las prácticas religiosas cristianas, quedan limitadas exclusivamente a la actividad parroquial. De modo que las procesiones de Semana Santa, por ejemplo, deben hacerse dentro de los muros de los escasos templos que aún siguen en pie en el país. Frente al 99 por ciento de la población musulmana, el número de católicos, bastante elevado en los años
del protectorado, desciende año tras año y quedan prácticamente sólo aquellos descendientes de las que fueron familias coloniales (franceses, españoles e italianos), algunas órdenes religiosas (las Hijas de la Caridad son las más numerosas), algún que otro empresario instalado en el país y estudiantes católicos subsaharianos.

   Ante este silencio impuesto por las autoridades musulmanas, la Iglesia católica se inclina por respetar la legalidad vigente. «La función de los católicos en Marruecos es una labor humanitaria. Nuestra fe está libre, no
hay problema porque los musulmanes son nuestros amigos y nos atenemos a la ley», explica el arzobispo de Rabat, el francés Vincent Landel. Cuando se le pregunta por la labor de evangelización de los católicos en el país, Landel es tajante: «Evangelizar no es una palabra para nosotros. Eso es cosa de Dios».

 Ayuda humanitaria. Así pues, «la misión de los cristianos en Marruecos es, sobre todo, la de maestros, también con marroquíes. El grupo más numeroso es de religiosas, que se dedican a enseñar idiomas (inglés, español...), informática, alfabetizar, hay comedores infantiles, centros para madres solteras, niños sordomudos...», subraya el administrador apostólico de Tánger, José Seijas Torres. Sin embargo, esta situación está provocando que cada vez haya menos católicos en el país, puesto que Marruecos está ahora más desarrollado que hace algunos años y la ayuda social no es tan necesaria como antes. Sin embargo, algunos católicos presentes en Marruecos explican que si la Iglesia se centra en la acción social es porque de otro modo «podría poner en peligro las relaciones entre Marruecos y el Vaticano; puede perder mucho y no quiere».

   Pero también existen prácticas al margen de la ley. Es el caso de un elevado número de cristianos evangélicos -que oscila entre los 150 y 800- que operan en Marruecos y que están consiguiendo que el número de conversos procedentes del islam crezca paulatinamente. A diferencia de la Iglesia católica, «los evangélicos no tienen nada que perder y cuentan con un importante soporte económico de EE UU a sus espaldas», señalan las mismas fuentes. Sin embargo, las autoridades siguen sus pasos muy de cerca y muchos de ellos son expulsados del país por desarrollar estas prácticas proselitistas o cumplen largas condenas en la cárcel.

 

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