Artículos: Barcelona, ¿Ciudad sin ley?
Seguridad Ciudadana

De la Barcelona «ciudad de los prodigios», a la Barcelona «ciudad sin ley». O eso parece. En plena canícula, la capital catalana recuerda aún con escalofríos los últimos incidentes ocurridos este agosto en las pasadas fiestas mayores de los barrios de Gracia y Sants.



Disturbios, altercados, mobiliario urbano hecho añicos y enfrentamientos entre agentes de la Guardia Urbana y policías nacionales y jóvenes, que se han saldado con decenas de heridos y 15 detenidos. Los presuntos agresores: una amalgama que a menudo recibe demasiado rápido el apelativo policial de «estética okupa», aunque en ocasiones sí lo son.

Entre el bando de supuestos vándalos, también se hallan grupos de los llamados antisistema, anarquistas, independentistas, comunistas y un largo etcétera. Incluso, entre ellos se cuentan turistas indeseables, como tres de los detenidos en los disturbios de Gracia, que eran italianos, o como el grupo anarquista del país transalpino que ha protagonizado este verano varios atentados en Barcelona con bombas caseras y que se llevaron por delante a un perro policía al meter la nariz en un paquete sospechoso que le explotó al tocarlo.

Pero los enfrentamientos también se saldan a veces entre colectivos, sin mediar policía. De hecho, la Fiesta Mayor de Gracia del año pasado se tiñó de rojo después de que un joven «okupa», Roger, resultara muerto tras ser agredido por un grupo de «estética skin». En la edición de la fiesta de este año, que comenzó el pasado 14 de agosto, los compañeros de la víctima le dedicaron su pregón... y también se quejaron de que el Ayuntamiento no les diera permiso para celebrar una fiesta «alternativa».

Dos detenidos en Sants Sí hubo «fiesta alternativa» consentida oficialmente, valga la paradoja, en las fiestas de Sants, que terminaron el domingo pasado. Mas no sirvió para pacificar el ambiente, porque en la madrugada del sábado se produjo, en la estación de Metro de Mercat Nou, un enfrentamiento entre jóvenes «okupas» que celebraban la «alternativa» y vigilantes de seguridad y agentes de la Policía Nacional. No hubo detenidos en la noche de autos, pero ayer la policía informó de que ya han sido arrestados dos jóvenes por el caso.

Se sigue investigando lo sucedido, mientras unos y otros implicados ofrecen versiones dispares y se acusan mutuamente de iniciar una pelea en la que participó incluso un perro rottweiler de los vigilantes y en la que volaron golpes, botellas y cuatro tiros de la pistola de un policía que no hirieron a nadie. Fueron lanzados al aire para intimidar, alegan los agentes; «tiraron a matar», llegaron a decir los «okupas».

Los altercados de las fiestas de Gracia y Sants han proporcionado argumentos más que suficientes para que los partidos de la oposición del Ayuntamiento barcelonés, PPC y CiU, hayan censurado al alcalde Joan Clos (PSC) y a su equipo de gobierno (que forma junto a ERC e ICV) por no saber prevenir estos episodios de violencia. Además han acusado al primer edil de «permisividad» con el movimiento «okupa» y otros grupos radicales.

Parece que la fina frontera entre la tolerancia y el orden se desdibuja en la capital catalana. Clos, aún resentido de la cicatriz del Fórum , ha reaccionado rápidamente anunciando más refuerzo policial para vigilar fiestas y otras convocatorias y ha amenazado con una política de mano dura a la hora de poner orden. ¿Cómo? Modificando las ordenanzas municipales para endurecerlas y propiciando que el Ayuntamiento se persone como acusación en los procesos judiciales que haya por altercados. 

El Consistorio anunció que se ha presentado en seis de las diez causas judiciales abiertas a raíz de las diez detenciones practicadas por la Guardia Urbana por los incidentes ocurridos en Gracia.

Con todo, es una reacción que no convence a la oposición, que ya ha pedido la celebración de un pleno extraordinario para abordar los problemas de inseguridad e incivismo que salpican el nombre de la ciudad.

Porque Barcelona no sólo sufre de ataques súbitos de vandalismo, sino que también arrastra un mal crónico que a menudo es la otra cara de la moneda que se ingresa por el turismo.

En los barrios del casco viejo, especialmente, muchas noches de juergas en bares y terrazas dan paso a un amanecer nauseabundo y muy poco brillante. Las calles, los portales, las aceras, se despiertan sucias. Borrachos durmiendo la mona y botellas y restos de la fiesta por los suelos; desde botellas vacías a orines y otros restos.

 

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