Aceptado el hecho de que resulta mucho más bonito leer reportajes sobre Lavapiés que vivir en Lavapiés, es momento de señalar que tanto daño como la incuria del Ayuntamiento, la desidia de la Comunidad y el abandono de la Administración Central le hace al barrio ese endulzamiento de su realidad que propone e impone la prensa costumbrista y el pensamiento fusión, modernillo, tipo Carmen París o Bebe, según el cual por encima de la miseria, el hedor, la violencia, la marginación y el sufrimiento se yerguen, poderosos y deslumbradores, el milagro del mestizaje y el prodigio de la solidaridad. ¿Para qué transformar la realidad insufrible, escandalosa, inaceptable en una sociedad civilizada, de Lavapiés, si quienes debieran ser su máximos debeladores se complacen en la apología de su mixtificación?

 

Si obras son amores,  no cabe duda de que el   Ayuntamiento odia Lavapiés, sentimiento, por lo demás, recíproco. El consistorio de Gallardón anda ideando convertir la plaza de Tirso de Molina, sanedrín de los borrachos y del hampa menuda de Madrid, en una floristería de diseño por si vuelven los inspectores del 2012 les da el siroco de darse un garbeo por allí, pero esa, aunque prospere el provecto, es poca y dema­siado translúcida pantalla por ocultar la espanta­ble realidad del otrora maravilloso barrio: ambulatorio  inmundo, parques inexistentes, polígono vapiés, y no he visto en todo este tiempo industrial, suciedad, roña, ríos de orín por las calles, fulgor de navajas en la noche, niños de la Siria y el pegamín, hacinamiento. Y claro que en Lavapiés habitan criaturas de todos los confines del planeta, pero ¡cómo viven! De entrada, y por mucho que les horrorice a los teóricos del mestizaje, separados, esto es, que nadie se habla con nadie, ni convive de verdad con nadie, que los chinos sólo se relacionan entre ellos, y los marroquíes con los marroquíes, y los indios con los indios, y los africanos con los africanos, y los ecuatorianos con ellos mismos. ¿Crisol de culturas? ¿De qué culturas? Los extranjeros, como los nacionales, lo que tienen es costumbres, no cultura, que esa es una instancia superior a la que se accede desde un conjunto de necesidades comunes satisfechas: trabajo, reconocimiento ayuda, educación, cariño, convivencia... Sólo desde ahí se crea una cultura, mestiza o como sea, y no desde el tribalismo, la soledad, la incomunicación y el miedo.

Lavapiés, lamenta­blemente, es mentira, ese Lavapiés que se inventan los progres y lo periodistas. Y lo más doloroso es que es mentira sólo por insolvencia de nuestros políticos municipales y espesos: ningún otro lugar del mundo era más propicio ni se hallaba en mejores condiciones para trasladar a  su realidad el sueño de la diversidad y la armo­nía. Tradicional barrio de emigrantes (sus santos patrones llegaron en patera), linde entre el todo y la nada, tierra de todos y de nadie, ¿qué le han hecho para que quienes lo habitan, desheredados del mundo como siempre, se miren con miedo y de soslayo cuando se cruzan por las calles mugrientas y mefíticas? Yo sé lo que le han hecho, y también lo que le quieren hacen una pantalla de flores de diseño para ocultarla agonía de esa delicada dalia que lleva en el corazón la gente.